martes, 30 de octubre de 2007

Recién empezamos...

Este es el ragalo para Carla, que nace en su última jornada de estancia en Tenerife, luego de haber perdido un avión, que ahora creo que por algo llegan las pérdidas: te vas con un nuevo diario, con un libro en el ciberespacio, che

jueves, 11 de octubre de 2007

El Paris postergado

Desde Lyon, república de Francia, una viajante vocinglera los saluda.

Este será probablemente otro reporte extenso pero, como su contenido no tiene fecha de vencimiento ni es urgente, no tiene por que ser leído íntegramente ni de un tirón.

Como anticipé me dedicaré en esta oportunidad a contarles de mi estadía en Paris, la ciudad de las luces y del amor, lo primero a cargo de casi todos los libros de historia y lo segundo un recorte estratégico para la cinematografía mundial. No negaré ninguna de las dos cuestiones, ya que aun despreciando el turismo de museos y elevaciones monumentales, mis recorridos libres y sin prisa, casi todas las veces, me condujeron a verdaderos documentos de la Kultura como decía Cortázar (que sigue pululando por ahí de la mano de la Maga cuando se aburre de la siesta en Montparnasse). Así, y casi sin quererlo, uno llega al Louvre, a la torre Eiffel, al arco del Triunfo, a la Conciergerie, al Panteón, a la plaza de la Bastille, a la sede del Partido Comunista, al palacio de Luxemburgo, a la casa de Tristan Tazara y a tantos otros lugares mencionados por doquier en la literatura universal. Pero la curiosidad y el azar también me hicieron llegar a otros rinconcitos de menor reputación, o fama más reciente (como el café de Amélie Poulain) que lo aproximan a uno a la parte más romántica. Et voilà mes amis, l’amour se impone en todas sus formas… muy cerquita de la plaza des Abbesses, por ejemplo, uno puede chocarse con una pared en la que unos tipos se encargaron de escribir “Te quiero” en 400 idiomas diferentes. Y si no les alcanza visiten el 19 de la rue Alphand, en pleno corazón del barrio La Butte aux Calles, allí residen dos argentinos enamorados que los recibirán de mil maravillas. Ella se sentirá complacida si uno está dispuesto a acompañarla con una cervecita de cuando en cuando y él mostrará su sonrisa más espléndida frente a un pain au chocolat. En esas condiciones como uno podría sentirse a disgusto.

Tengo tanto más para contarles… pero me lo reservo para la vuelta. Solo agregaré, por si acaso alguno se tienta y quiere hacerse un paseito por aquí, que aunque el metro es muy bueno es necesario cruzar varias veces los puentes del Sena a pie para familiarizarse con la ciudad, que no hay que intentar probar todos los quesos y delicias que se consiguen en los mercados al aire libre porque es verdaderamente imposible, que hay que evitar mirar a los brazos de las viejas paquetas parisinas porque allí con seguridad estará descansando un perro chuiquito y especialmente feo que estropeará la panorámica, que no importa por donde uno ande… siempre se encontrarán cosas interesantes para ver y simpáticos bistrots para tomarse alguna copa.

Los destacados: La tarde que Montmartre me ofreció música para cantar y bailar. Y el paseo por el sena a bordo de un bateau-mouche con vinito tinto y aceitunas en mi noche de despedida.

Desde aquí mando en distintas direcciones millones de besos pero por si no alcanzan para todos les recuerdo que los quiero.

Suerte, Carla

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miércoles, 3 de octubre de 2007

"Una pared llena de carteles tiene algo siempre de mensaje, es como una especie de poema anómino porque ha sido hecho por todos, por montones de pegadores de carteles que fueron superponiendo palabras, que fueron acumulando imágenes"

Julio Cortázar. En: Afiches urbanos:
las capas de la memoria

lunes, 1 de octubre de 2007

Tarde pero suculento

Uff los tengo muy abandonados con mis relatos de viaje y ahora ponerse al día es bien difícil. La única razón de esta demora es que cada día que pasa las fórmulas para la aventura se multiplican, las relaciones interpersonales abren el juego a infinitas oportunidades y el tiempo nunca es suficiente para hacer todo lo que uno quiere. Habíamos quedado en Ibiza, recién llegadita… nada les conté de esa isla y los buenos amigos que supieron recibirme, ahora estoy en París con otros amigos, igual de buenos, pero tampoco saben nada de ello, y como si esto fuera poco, además asistí al tercer festejo de casamiento de mi prima en la Normandía francesa. No encuentro como poner en orden tantas experiencias. Si bien los escenarios geográficos, a grandes rasgos, no son más que tres, para describirlos dignamente las postales y las notas deberían ser millones. Lo que diré en primer lugar, entonces, es que una corriente japonesa me ha invadido y sin miedo a que se me acalambre el índice derecho no pierdo oportunidad para abrir el obturador de mi cámara fotográfica.

Mi estancia en Ibiza fue realmente relajada, quizás muchos se desilusionen por esto, pero yo sin embargo encontré muy atractivo apreciar la locura de la marcha sin participar prácticamente de ella. No pisé ningún boliche y sin embargo los conozco a todos por sus nombres y podría llevarlos a cada uno de ellos. La previa en la ciudad de Eivisa y personajes como Albarito (un fiestero residente) me alcanzaron para saber de que se trata. De todas formas no perdí la oportunidad de danzar y fue en Sa Trinxa con los pies sobre la arena.

Por lo demás compartir con amigos de toda la vida, y otros nuevos, las puestas de sol, el mate amargo en diferentes playas y calitas, la cata de bebidas varias (desde el más vulgar Paternina, hasta el más excéntrico Don Perignon) y la lujuria gastronómica (nunca olvidaré la caza de erizos en Cala Roja) me hizo inmensamente feliz. El sol tuvo la oportunidad, como pocas veces en mi vida, de broncear mi piel blanquecina sin ponerme roja como un tomate… lamento tanto que la arremetida del invierno europeo no les permita apreciar este fenómeno de la naturaleza. Por suerte tengo testigos… mis anfitriones podrán validar mis palabras en breve ya que les queda poco para terminar la temporada y pronto estarán llegando a Buenos Aires. Seguramente algunos de ustedes tendrán el privilegio de saber bastante más sobre mi escalada en San Jordi por boca de ellos, al resto le pido paciencia. Yo me comprometo (más por mi que por ustedes) a no olvidarme de nada ya que lo pasé de maravilla.

Con un poco de melancolía abandoné la isla para dar un gran salto… y así llegué a Paris. Lo que pensé que iba a ser un gran obstáculo, el idioma, se convirtió rápidamente en un interesante desafío. La olvidada práctica de hablar francés, las limitaciones que tengo con la telefonía celular por todos conocidas y la falta de datos sobre el paradero de mis amigos parisinos, no pudieron conmigo y logré dar con ellos sorpresivamente en pleno quehacer de sus prácticas cotidianas. Después de unos meses bastante relajados para ellos en función de actividades programadas llegué en la semana donde comienzan con nuevos planes de estudios, y a lo chiquita Legrand que trae suerte yo llegué juntamente con ofertas laborales para Laucho. Estas circunstancias hicieron que en primera medida tengamos mucho por que brindar, que luego, mientras ellos cumplen con sus responsabilidades, yo vagabundee por Paris compulsivamente como a mi me gusta, para después reencontrarnos en algún lugar estratégico para seguir brindando y conversando sobre la vida y esas cuestiones. De reunioncita en reunioncita ya conocí a varias personas, mi visita los conminó a hacer raclette en mi honor y con ese gustito en la boca emprendí mi viaje a Lisieux para encontrarme con parte de la familia.

La boda se celebró en un pueblito normando llamado Moyaux, y debo decirles que en ese paraje tan lejano, la iglesia del lugar tiene guardada mi rúbrica, ya que para no perder la costumbre siguen las buenas sorpresas para mi, y fui testigo oficial de un evento por demás pintoresco y del que además jamás imaginé participar. La fiesta estuvo realmente increíble, la comida deliciosa y en demasía… el menú no dejó de lado ni un solo plato típico de la región. Bailamos hasta altas horas de la madrugada, y después de unas horas de descanso continuó la comilona al día siguiente para rematar con la visualización de los partidos de rugby que hacían correr peligro la noble unión entre Francia y Argentina que pocas horas antes se había consumado.

Nuevamente en Paris, decidida a no dejar nada por ver… En el próximo mail intentaré hablarle sobre ello.

Aprovechando la norma del norte francés los saludo esta vez con cuatro besos, en una libre traducción al argentino es porque los quiero realmente mucho.

Perdón para los que este relato les parezca muy extenso.