jueves, 22 de mayo de 2008

Tante auguri!!

Como todos los días salí a desayunar en camisón (la señora usaba camisón). Como todos los desayunos lo básico fue el café negro (los copos de maíz y la chocolatada nunca formaban parte de la primera ingesta de la señora). Como todas las mañanas me molestó entrar al baño y encontrar el piso y el papel higiénico mojados. Los pelos en la ducha no me incomodaron, básicamente porque ya le tenía el ritmo al hostal y me había bañado en un buen horario (La señora usaba el cabello bien corto y no dejaba pelos en ningún lado).

Como todas las veces que me cambiaba de ropa, una vez vestida no quedó nada fuera de la maleta (la señora ya no cargaba mochilas bicolores, pesadas y con infinidad de tiras colgando).

Los años no vienen solos… y como si no fuera poco con los caprichos, incomodidades y arrugas a cuestas, además llegan nuevos motes… El de señora es irreparable.

Pues hoy la señora cumplía un año más y resulta que al final uno se da cuenta que el número es lo menos significativo… después de todo, las peculiaridades de la vejez no se imponen de un día para el otro.

Pero como no es mi costumbre reparar sólo en los datos negativos, les diré que yo encuentro varios beneficios en el hecho de estar más vieja (quizás la clave en este caso es “ser la mayor” pero voy a tomar el asunto como una simple sutileza).

Los puntos seguramente son muchos más pero voy a enumerar los más significativos en estas circunstancias particulares de mi vida. Sentirse fuera de la competencia por ser el más hippie o el más roñoso, o en contraposición, vivir sin la necesidad de preocuparse por el alisado del pelo y de comprar quita esmalte. No tener que emborracharse para sentir coraje o despojarse de la timidez y, fundamentalmente, poder hacer valer la opinión propia simplemente porque casi todos creen que es sinónimo de tener más experiencia (y entienden que ese es un buen atributo).

Entonces, como todos los días… No basta!! Si es la putada de la rutina lo que pretende incorporarse a mi mundo en este apio verde, juro que lo combatiré!

Del albergue salí sigilosamente sin mencionar que era mi aniversario, los que ya sabían se habían ido o todavía no habían llegado, los que estaban eran un grupo de bostezantes que probablemente hasta tuvieran mal aliento… no me pareció estimulante!

Me quería fumar mi primer cigarrillo de los 34 y no tenía más, así que visité a mi kiosquero amigo. En realidad este personaje no pertenece a la idiosincrasia del pueblo italiano, el amigo en este caso resultaba un hombre que atendía un puesto de venta de tabaco adentro del bar Venezia. A él si le dije que andaba de festejos y no tardó en correr la voz entre camareros y otros trabajadores de detrás de la barra. Ligué un capuchino y unos cuantos besos.

Me alcanzaba con estar cumpliendo años para nuevas experiencias y emociones fuertes. No tenía ganas de andar caminos no repetidos ni de entablar relación con desconocidos si eso implicaba tener que hacer algún esfuerzo. En principio optaba por la tranquilidad que da la lectura.

En un parque vecino a la facultad de ingeniería, con la ayuda de Benedetti y su permiso para tomarme ciertas licencias, me animé a construir Andamios.

Además de mi cabeza, me distrajo un perro y por último un vendedor de anteojos mauritano. Primero me molesté por su insistencia, pero luego encontré la forma de hacerle entender que gastar no era mi fuerte pero hablar claro que si. Juntos salimos del parque, los dos creíamos que pronto volvería la lluvia. Nos despedimos en el primer semáforo.

Con paso obligado por el bar Red & Black, decidí tomarme otro cafecito. No pasaron diez minutos y aparece Sena (bastante más temprano de la hora en la que empieza a trabajar). Mientras ningún auto se fuese no habría hueco para que él estacionara el suyo, así que debía esperar y Verónica tendría que hacerlo también (había quedado en visitarla y estaba en retraso). Yo escribí algunas líneas para la simpática vasca esperando que el galán se las alcanzara, así fue que se enteró de mi cumpleaños. ¡Auguri bella! ¡Tante auguri, ragazza!

Se sumó a los saludos un muchacho que ya había visto otras veces en el lugar y con el que había intercambiado algunas palabras. Me invitó una cerveza y nos divertimos viendo como Sena hacía malabares para aparcar.



Sena se fue y volvió acompañado. Verónica venía a saludarme y hacer planes para la noche.




Anuncié a todos que el festejo se haría en The Nag’s Head, lugar propuesto por Julio que ya estaba organizando para que el grupo no tuviera que pagar entrada. Luego de una nueva cervecita las chicas andiamo. Hicimos la posta en un bar irlandés, pero mi cuerpo ya no resistía más cebada.

Con chaparrón salimos cada una en dirección al albergue respectivo. Verónica tenía que dormir algunas horitas después de una noche de rumba y yo debía conectarme a Internet para recibir los cariños familiares.

La birra seguía corriendo y tuve que bajar hasta el supermercado a por un sandwichito preparado en el momento por el fiambrero del lugar. Mmm… qué delicia!

No era una buena hora para tomar una ducha pero esta vez no había nada para hacer… Cuando me estaba cambiando llegó gente de otro albergue a saludarme, algunos se entusiasmaron con el plan y se sumaron.

Para ser mi primer festejo de cumpleaños lejos de la familia y los amigos tengo que decir que fue bastante tumultuoso. Como era de esperarse, siguiendo con mi religión, hubo bailongo hasta altas horas de la madrugada. También hubo tragos que corrieron por cuenta y cargo de aquellos que querían congraciarse conmigo. Como le escribí a un amigo, lo que falto fue la torta y las velitas… y me plagio con alguna corrección.

Faltó la torta y las velitas, pero también faltaron a mis 33 y no pasó nada, o si pero le pusimos onda. Lo importante es que hubo sonrisas, abrazos y besos, pero principalmente ganas de pasarlo bien y compartir. Lamentablemente no llevé mi cámara, así que ahora tengo que confiar en unos americanos que dispararon algunos cuantos fhashes durante la velada.

Realmente lo pasé muy lindo!

22 de mayo

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