viernes, 25 de julio de 2008

Regresando a Barcelona...

Por primera vez toda la casa se levantó más o menos a la misma hora, mi tren rumbo a Latour de Carol salía tempranito. Desayunamos todos juntos, salvo Julia que se había prendido a la teta un rato antes. Me despedí sin grandes efusividades porque existen posibilidades de que el viento nos vuelta a juntar muy pronto y porque así es más fácil.

La linda vista de los Pirineos se repite pero la serenidad de los días toulousanos permitieron que esta vez viaje con planes hasta el 12 de agosto, día en el que comenzará mi segunda experiencia en África.

Los trenes franceses una delicia, confort y servicio, hasta mi ordenador iba contento enchufado a un toma corriente. Luego cambiar al bus que chillaba por el gran esfuerzo de la subida. Digamos que no era el único, un niño peruano le hacía la competencia. Todo el pasaje suponía que estaba enfermo o mareado porque no paró en todo el camino. A estos ruidos, se sumó primero el lindo ring ring de un celular (pero si es que aquí existen aparatos modernos que suenan como los artefactos más viejos, qué bueno!!), pero entonces otro más vanidoso irrumpió con su original sonido, un chiflido de mujer seguido de un gritito de taxi (si es que aquí los ringtones de los móviles son una pasada).

Se supone que en Ribes de Freser, antes de subirnos al tren que nos llevaría hasta Barcelona, tendríamos tiempo de tomarnos un café y fumarnos un cigarrillito pero unas vacas apostadas en el camino hicieron que nos demoráramos bastante más de lo planeado.

Me bajé del convoy en Arc de Triomf y aunque tenía la entrada del metro que debía coger a pasitos, subí mogollón de escalones porque me moría de ganas de hacer pis. Salí a la superficie toda transpirada, BCN ardía.

Entontes fue allí que después de mear me tomé el café. Llegué a la habitación alquilada desde el sensacional portal de Loquo (todo un hallazgo) a las cinco y pico. Me adentré en el Pople Nou sin ninguna dificultad, es un barrio cercano al mar, la primera sensación es buena, hay algo de movimiento pero a la vez es tranquilo… creo que me va a gustar. La morada amplia, luminosa, con conexión a Internet y con acceso a una cocina y un baño modernos.

Como el viaje fue largo me tomé la tarde para descansar, acomodarme, escuchar (o leer) las nuevas buenas de Argentina y seguir el culebrón brasilero. Sólo salí a hacer algunas compras para que el estante que me correspondía en la heladera no estuviera tan vacío.

Volví a salir un poco después de las diez de la noche pero esta vez no volvería enseguida. El plan de recorrido se armó velozmente en mi cabeza mientras bajaba solo un piso por la escalera (esa es una excelente particularidad para los departamentos económicos en BCN). Llegaría hasta Barceloneta caminando por la costa, luego me perdería por el barrio de pescadores (¿?) para dar con un lindo lugarcito donde tomar una caña y volver. Misión cumplida y más.

El paseo de noche y bordeando el mar fue extraordinario. En el trayecto de ida encontré unas cuantas instantáneas dignas de mención: cada uno de los chiringuitos montados sobre la arena con sus luces verdes apuntando a las plantas que los circundan y sus correspondientes parafernalias (dj’s en vivo, pantallas gigantes, tragos multicolores…); un grupo de jóvenes adultos que bajaron a la playa nocturna con heladerita, mesita, sillas y velas; un muchacho malabarista practicando figuras de fuego con los pies; un edificio circular que explotaba de música; y la mesa de pin pon de la plaza Poeta Bosca ocupada por dos apasionados competidores. Después a elegir unos de los bares para tomarme una cervecita. Juro prima que no llevaba mapa, ni tus indicaciones, pero hoy me di cuenta que caí en el mismo sitio que me habías apuntado… se llama Jai-Ca y de verdad que estuvo muy bien, y repletísimo de gente.

Ya de regreso a casa, volví a pasar por el coloso desde donde se oía gente de fiesta, crucé la calle, me acerqué y tras las rejas vi a un conjunto de gente que se la estaba pasando muy bien. Rodeé el lugar hasta encontrar la entrada y me metí. En un segundo pensé: “Seguramente se trate de una fiesta privada y el personal de seguridad está para hacérselo saber a los entrometidos”. Y entonces actué en consecuencia… la misma estrategia que usaba cuando iba en el Peugeot azul al que no le funcionaban las luces, le faltaba la patente trasera (y no sigo porque los desperfectos del rodado eran muchos), si veía un puesto policial, bajaba la velocidad, me acercaba al cabo más accesible y preguntaba como hacía para tomar tal o cual calle. En esta oportunidad, encaré al uniformado más atractivo y antes de que dijera nada, pregunté: “Hola, solo por curiosidad ¿de qué se trata?”. Me sorprendió con un “¿De dónde eres?” a lo que respondí “Argentina”. “Ah, me parecía, yo también”.

Pues, el niño, muy guapo de veras, me contó que acababa de terminar un campeonato de voley y que se la estaban montando, que definitivamente era una fiesta privada, pero que iba a dejarme pasar de todas formas. Así fue como terminé bailando en patas en el Parc Recerca Biomèdica de Barcelona, un prestigioso centro científico de Catalunya.

Cuando salí de allí, no se muy bien de donde venían, pero en el cielo se veían fuegos artificiales. Una noche especial y llena de coincidencias.



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24 de julio

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