... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

lunes, 18 de agosto de 2008

Yo soy un estómago resfriado, pero ustedes... ¿Pueden guardar el secreto?

Me levanté tempranísimo preguntándome que tan bueno era salir de Marrakech engrosando las filas de un grupo de desconocidos con deseos de llegar hasta el desierto. Pensé: Estoy traicionando mi espíritu aventurero pero, más grave aún, estoy haciendo que se debiliten mis argumentos en contra de las lecturas anticipadas de los libros de viaje, la contratación de guías y el ascenso a los autobuses rojos de techos amputados. ¡Probablemente tenga que abortar definitivamente mi cruzada anti tour! …en ese momento sentía que mi credibilidad estaba destrozada. Empiné mi botella de agua mineral, esperando que con el primer sorbo llegara alguna idea reparadora.

Pues distinto sería si tuviera carpa y camello propios, pero en estas condiciones… Es verdad que podría llegar por mis propios medios bastante más lejos, pero allí donde comienza el reino de la arena es otro cantar. No creo que sea fácil hacerse amigo de uno de esos cuadrúpedos inmensos (si hasta les tengo miedo). Es cierto que estos bichos nunca andan solos pero, de todas formas, no van marchando por la ruta, su territorio es de dunas adentro y poca confianza le tengo a mi sentido de la orientación mirando las estrellas… Yo sólo quiero recostarme en esa inmensidad ‘ondulosa’ a mirarlas y si de casualidad me hablaran espero que sea sobre algo más interesante que los puntos cardinales.

Mientras mi cabeza se entretenía en estas cuestiones, el resto de mi cuerpo trabajaba para que pudiera llegar a tiempo a la puerta de las oficinas de Sahara Expédition. Y para poner fin a esta inconveniente disociación de mi ser, me dije: Ya es hora de partir, que tampoco es cuestión de perder los 83 euros que pagaste por anticipado. Lo mejor que podés hacer es no protestar tanto y disfrutártelo lo máximo posible… todavía tenés la opción de que nadie se entere de este asunto. Ya en camino me distraje comiendo los deliciosos breuats que había rescatado del acoso de las moscas el día anterior. El recuerdo de la cara de sorpresa que puso el vendedor cuando yo señalaba con insistencia los dulces triangulitos me hizo reír y al mismo tiempo me ayudó a cambiar de frecuencia.

Al llegar al lugar de la cita encontré muchas más personas de las que había imaginado, pero a ningún responsable de la firma. Todos aguardábamos en calma, era muy temprano para iniciar conversaciones. Al rato llegó una señorita que nos agrupó según la clase de contratación: una noche dos días por allí, dos noches tres días cruzando la calle; tres noches cuatro días… no presté más atención ya había mencionado mi combo y tocaba que me pusiera las pilas para no ser arrollada por ningún impetuoso o atolondrado conductor.

Del otro lado aguardaba una furgoneta, un japonés, una pareja de holandeses y otra de catalanes. Inmediatamente después llegaron cuatro alemanes que se habían demorado comprando agua… y claro, se iban al desierto. Nuestro chofer-guía, que se dio a conocer como Abdul, nos recibió a todos con una generosa sonrisa y un apretón de manos, a mi me dedicó unas miraditas más arriesgadas pero yo me hice la desentendida.

Hasta la primera parada oficial (entiéndase lugar donde hay cosas para comprar y con suerte algunas fotos por sacar) el comportamiento del contingente fue cauteloso. Yo sólo rompí el silencio en una oportunidad, a poquitos metros del lugar de partida, después de habernos detenido en una estación de servicio que carecía por completo de personal. Empezamos bien, ja ja. Mi comentario no pretendía franquear la barrera idiomática, mis palabras estaban dirigidas especialmente a los que suponía no les jodería hablar el español estando tan lejos de su linda Barcelona. La primera charla duró lo que Abdul tardó en encontrar donde llenar el tanque. Una vez en la carretera, y hasta la primera terraza donde nos tomamos un rico cafecito y empezamos a entablar relaciones con más ímpetu, todos cabeceamos en algún momento.

Pintaba un lindo grupo, Gema (que no es la de Parchís) e Ignacio, la mejor onda… con el tiempo iría conociendo al resto.

El segundo stop fue en un mirador sin mucha infraestructura, allí la especialidad comercial eran las piedras y los cacharros viejos. La cosa no duró mucho como para intimar con nadie, pero el japonés se encargó de demostrarnos que él no era la excepción a la regla… el chico que mira el mundo a través de su lente, el chico del click fácil.

El siguiente terrenito que pisamos era muy poco fotografiable y por lo tanto bastante propicio para el diálogo. En lo que a mi respecta, me sirvió para saber un poco más de los que provenían del país de los tulipanes… A Ingrid le tocó ser la representante, ya que su novio no manejaba el francés y además estaba herido de guerra (todos diagnosticaron intoxicación, la causa: ingerir alguna cosa en mal estado).

La cuarta parada prometía… llegábamos a Ait Benhaddou. Después de atravesar el pueblo nuevo con su oferta de albergues, restaurantes y tiendas de souvenirs (en las que dos de los nuestros adquirieron sus pañuelos bereberes), se impuso frente a nosotros la primera kasbah. Arquitectura milenaria… fortificación de adobe de techos planos, construida hace muchísimos años, donde todavía viven algunas familias. Después del paseito, todos nos sentamos en la misma mesa a disfrutar del whisky bereber, té a la menta muchachos… lo que sucede es que entrando en la zona del Atlas esta adjetivación irrumpe como carta de presentación en casi todos lados y para casi todas las cosas. De más está decir que la fortaleza de la cultura amazigh no tiene nada que ver con esta muletilla, pero me falta circuito aún para poder hablar de esto ahora.

En ese descanso comenzaron las buenas migas con los alemanes, sobre todo con el que hablaba un poco de francés, aunque finalmente fue otro el que invitó la ronda y logró caerme igual de simpático.

No mucho más allá tuvimos la posibilidad de estirar nuevamente las patas, otro de los germanos había demandado una escala técnica, le urgía meter unas cuantas postales en un buzón. Sin saberlo, había tenido un gesto de misericordia, había alguien con verdaderas urgencias que por timidez no había dicho ni una sola palabra… el intoxicado no podía con su alma. Aproveché esa oportunidad para profundizar un poco con Abdul.

El siguiente destino era Ouarzazate pero, como allí estaba pautado el almuerzo, vimos poco y nada de la ciudad. La kasbah de Taourirt nos volvió a quedar de frente y los estudios cinematográficos, girando 180 grados. Foto, foto y a lastrar (la linda y adorada vida de tour).

Por lo demás, el grupo se estaba consolidando y los trayectos en la furgo comenzaban a ser más animados. No había prevista ninguna otra parada antes de llegar al lugar donde pasaríamos la noche, sin embargo el cambio abrupto de paisaje que se colaba por las ventanas nos obligó a exigir la posibilidad de unas cuantas panorámicas.

Finalmente, llegamos al Viuex Chateau du Dadès, muy bonito! Los cuerpos flojos de los europeos se metieron a toda velocidad en la recepción del hotel, yo me quedé disfrutando de la vista mientras fumaba un cigarrillo. Pero no había dado dos pitadas que ya me estaban convocando… había problemas y no lograban entender del todo de que tipo! Entré para saber que, en todo caso, los problemas eran míos y del japonés… el gerente del establecimiento aseguraba que no podía darnos dos habitaciones simples. A ducharse mis niños, que yo me arreglo (a esa altura ya había confirmado que, como casi siempre, era la más vejeta y el grupo me lo hacía sentir). “Japo” (así lo llamaba Abdul y no hay motivo para que yo me abstenga) se quedó al lado mío con cara de circunstancia, y entonces comencé con mi representación… para empezar muchas sonrisas – A ver, que yo puedo dormir realmente en cualquier lado pero resulta… que cuando yo contraté el tour en Marrakech me dijeron que tendría mi cuarto con agua caliente y bla, bla, bla. El señor intentó justificarse pero para seguir con la misma tesitura y entonces continué: -Claro que Marrakech está bien lejos, y quizás alguien se esté aprovechando de esta situación para decirle a los posibles clientes cosas que no son… Creo que vos deberías hablar con la agencia… este ya no es un asunto mío. El oriental quería intervenir, pero tenía tal cara de susto, que interrumpí sus chapuceos mientras le hacía un gesto de “todo está bajo control” (ya había advertido el cambio de ánimo de mi interlocutor). – Además, convengamos que si tengo que pasar la noche con alguien, sería bueno que tuviera la posibilidad de elegir, ja ja ja. Abdul, que no había perdido detalle del espectáculo, aprovechó la boleada para ofrecerse como voluntario y entonces el responsable de la asignación de camas me extendió la llave de una linda habitación con balcón a la calle.

Me di una ducha rápida y salí a aerearme. En su tiempo Julieta encontró a Romeo… a mi me esperaba el elenco estable de los aficionados a acarrear extranjeros. En una terraza incrustada en la montaña, al otro lado del camino y a la altura de mis ojos, los guías tenían su momento de esparcimiento y al verme no se demoraron en participarme. Pues allí me la pasé bien, me invitaron con té y mahia (un etílico que se elabora con higos), comí de su tajine y fumé de su shisha, conversamos y nos reímos un montón (empezaba a darme cuenta que marroquíes y argentinos compartimos el mismo sentido del humor).

Por un momento había conseguido evadirme del cronograma de actividades, pero no quedaba bien que faltara justo para la cena, así que me despedí de mis nuevos amigos para ir al salón a reencontrarme con el grupo. Para mi sorpresa, también etaban allí los italianos que había conocido unos días antes (mi popularidad estaba al cien por ciento). Nos sirvieron sopa, cous cous y helado, y todo sabía realmente bien.

Después llegaron los percusionistas y ya saben que siempre que hay un poco de música yo comienzo a bailar. Lógicamente se necesita algo de tiempo para habituarse al ritmo regional y sacar los pasitos, pero por ser la primera experiencia digamos que me fui a dormir muy contenta.

18 de Agosto

2 comentarios:

Unknown dijo...

hola! como andás por allá?
llegaste bien?

no me olvidé de lo hablado ehh! y ando re-leyendo esto, jejejee!

besos!

pablo forte

Carla Pegullo dijo...

Disculpe las molestias... estamos trabajando! Ja ja ja