domingo, 27 de abril de 2008

Una gran piloto...

Luego de un desayuno bastante generoso, nos montamos a nuestro autito nuevo y salimos rumbo a la Kapadokia. Con un poco de nervios por tener que manejar en un país desconocido, y con el recuerdo latente de los conductores “estambulenses”, tomé la ruta en dirección a Uşak. Teníamos que llegar al centro de Turquía y, excepto por las escalas técnicas, no paramos hasta llegar a allí. Elegimos la ruta más directa, dejando para la vuelta los senderos más generosos, en función de un número importante de pueblitos que nos habían dicho que valía la pena visitar.

El primer stop coincidió con un arroz con leche espectacular, el segundo fue obligado y lo estipuló la policía local al tener evidencias contundentes sobre mi exceso de velocidad. Juro que por las carreteras que circulé no había ni un solo cartel que indicara la velocidad máxima, la fotografía que tomaron a la patente N° 35 CLU 47 (la que hacía desplazar yo misma) acusaba 118 km por hora. Pues, después de una larga discusión, parada de micros repletos de turistas (para que oficiaran de traductores), firmé un papelucho y seguimos andando. La tercera parada se efectivizó pasando Konya y fue originada por la visualización desde la carretera de un letrero que anunciaba una lokanta a pocos metros. Allí hicimos la comida fuerte del día, yo empecé con la sopa típica y continué con el, ya vulgar, kebab. Para finalizar, y con la cuenta, el clavo de olor que se usa para sacarse de encima el mal aliento y que, después de un recorrido por los lugares más recónditos de la boca, debe ser tragado porque no hace daño.

Llegamos, por fin, a Navsehir alrededor de las 7:30 de la tarde. Sin buscar demasiado, y donde creíamos que era el centro de la ciudad, hallamos un hotelucho limpito y no muy caro donde pasar la noche. Ni bien me tiré en la cama planché, los casi 800 kilómetros de manejo me habían liquidado!!

25 de abril

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