jueves, 15 de mayo de 2008

La dupla se separa...

Activé la alarma del celular para las 5:20am y, por segunda vez en menos de 24 horas (y las únicas dos en todo el viaje), pusimos los respaldos de nuestros asientos en posición horizontal.

El frío provocó varias veces la interrupción de los sueños… el que más me apenó haber perdido fue el único que recuerdo, y es exactamente eso lo excitante ya que casi nunca funciona así para mi. Dicen que al soñar accedemos a otros mundos posibles y yo adhiero a esa tesis. Ahora bien, está claro que todos soñamos pero si no hay recuerdo de aquello ¿para que sirve…? Mi respuesta a esa pregunta es: para nada!! Debe ser por eso que creo que para tener accesos y excesos (ya que estamos en tren de confesiones) que sirvan para enriquecer mi vida, debo endilgarle tola la responsabilidad a mi corporalidad.

Con respecto al sueño inconcluso les diré que me encontraba en la cima de una montaña y me acompañaban siete personas más. Esperábamos el arribo de un helicóptero pero les voy a ahorrar los detalles del asunto.

Después del encendido y apagado intermitente de la calefacción durante aproximadamente dos horas, recorrimos los escasos kilómetros que nos separaban de la maraña de parkings y carreteras del aeropuerto.

Ya habíamos divisado el lugar donde Adriana debía empezar sus trámites, lo que faltaba era encontrar la oficina de Hertz para devolver el auto rentado. Decidimos separarnos para encontrarnos luego con las cosas más avanzadas.

Preguntado obtuve sólo una conjunción de letra y número y si se hubiera tratado de mi turno en la batalla naval habría correspondido con la réplica de agua. Conseguí un hundido después de entrar por cuarta vez al aeropuerto y sólo porque me detuve en cada nuevo cartel que aparecía a mi paso.

Abandoné el auto, con mi maleta adentro, después de confirmar que lo había estacionado en el lugar correcto, que empezaban a atender a las 7:30 y que podríamos haber hecho esta movida en la primera oportunidad porque el costo del parking corría por cuenta de la empresa rentadora. Las excesivas vueltas sirvieron al menos para encontrar de dónde salía el tren que me llevaría otra vez a la ciudad.

Desde lo alto la vi a Adriana rodeada de monjitas haciendo la cola para el despacho. Las demoras en ese trámite siempre son a causa de los excesos de equipaje y seguro que por allí habían pasado unos cuantos recargados. Cuando yo llegué sólo quedaban dos personas delante de mi liviana compañera de viaje. Nos quedaba largo rato para desayunar como la gente y afrontar las despedidas.

Hay muchas cosas que se dan por concluidas solo después de fumarse un cigarrillo y no hará falta que las enumere. Nosotras lo único que hicimos fue apropiarnos de ese recurso para dar por cerrada la experiencia.

Un abrazo de oso, millones de buenos augurios en ambas direcciones y con una inmensa sonrisa, a pesar del cansancio acumulado, cada una tomó su ruta. Adriana para la sala de embarque, vía el free shop y yo para la parada del autobus que iba hasta la terminal 5, en donde se encontraba American Airlines.

Pues si, ya cambié los pasajes para arribar a Baires sin perderme ninguno de los festejos de cumpleaños del 2009.

15 de mayo

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