jueves, 15 de mayo de 2008

Una nueva experiencia comienza para mi...

En el mientras tanto de los preparativos de mi viaje (que no fueron tantos a decir verdad) pensaba que el primer mes, disfrutando en compañía de nuevos aires en medio de la diversidad de paisajes, sería el prolegómeno perfecto para lo que vendría después cuando ya estuviera en soledad.

Suponía que aparecerían ganas especiales de…, propuestas interesantes para… y revelaciones espirituales, anque amorosas que me invitarían a empezar a diagramar algún plan. Pero no fue así como sucedió y creo que tiene que ver con que en este nuevo mientras tanto, me permití cambiar mi manera de pensar.

En lo que respecta a la experiencia de viaje, el saldo hasta aquí es extraordinariamente favorable y básicamente porque existieron ganas especiales de… y todas esas cosas. Lo que marca la diferencia es que aparecieron para ser resueltas en su inmediatez, de todo aquello no me quedé con nada reservado para el futuro. Claro que estoy hablando de las cosas importantes, las nimiedades, al estilo visitar la Basílica San Pedro, no cuentan. Porque si es verdad que podría hacer una lista bastante larga de cuestiones pendientes, de seguro que la mayoría seguirán conservando ese mote aún después de que pase mucho tiempo. Considero que es mucho mejor no tener plan a tener uno en base a la lógica de lo que faltó por ver. Estaba en el mejor lugar para jugar el juego del “esto recién empieza” y no me lo iba a perder.

En el mismo instante en que entregué las llaves del Ford (sigo sin saber exactamente la marca) escuché una voz que me decía al oído “preparada, lista, ya” ¿o era “luz, cámara, acción”? Bueno, no lo recuerdo, pero para el caso es lo mismo.

Arrastrando mi valija caminé por el aeropuerto hasta encontrar el tren que iba a la gran ciudad. Es verdad que yo sabía a donde me dirigía, pero se trataba de una concesión que le había hecho a mi compañera de viaje, que desde que llegamos a Italia, y en varias oportunidades, manifestó una mezcla de ansiedad y preocupación sobre lo que sería de mi vida por esas tierras. Algo me dice que la gobernaba el temor de que, a su regreso, mi familia preguntara y ella sin ningún dato concreto para ofrecer.

Hasta último momento me resistí pero al final terminé aceptando pasar por Termini para pedir las direcciones de los albergues. El resto fue por pura coincidencia. El listado brindado por la oficina de información turística era especialmente escueto y fue por eso que acepté que hiciéramos un análisis del mismo: de los cinco, tres se encontraban fuera del mapa que portábamos. “Qué no te preocupes más, yo mañana lo resuelvo” y en el último tramo de nuestra peregrinación apareció el cartelón de la vía Urbana. “En esta calle está uno de los albergues”, dije. “Entonces vamos”, “Está bien, vamos”.

En el 50 picamos en el Hostel Marillo, -“Tutto pieno”. Pero había otro timbre, y lo que se leía sólo cambiaba en un 50% Hostel Ivanhoe Nos atendieron con más dulzura y nos invitaron a subir al primer piso. Pues nos atendió Julio César en persona y me reservó una plaza. Nos entendimos muy bien porque yo no se si será emperador o no, pero en todo caso es emperador peruano y no romano.

No me costó nada volver para ocupar mi lugar, he aquí uno de los beneficios de que el “esto recién empiezo” sea un juego y nada más, yo ya me manejaba perfectamente por esta ciudad.

Dejé mi equipaje al cuidado de Giuseppe (otro de los responsables de la casa) y me fui en busca de algún sitio con verde donde pudiera echarme y quizás dormir un poco hasta que se hicieran las cuatro de la tarde (hora del check in).

Bien a mi estilo, ya había ideado mi primer plan. Siempre dije que para no sufrir decepciones importantes había que evitar embarcarse en proyectos muy sofisticados y a largo plazo. Yo me arriesgaba a una tarea con ciertos desafíos pero con muchas opciones para su resolución. Tenía que dar con un espacio verde en el que no hubiera estado todavía ni tuviera que pagar para entrar. Esta humilde consigna tenía sus bemoles, debía descartar el Orto Botánico, el Circo Massimo, los jardines que rodean el Colosseo y el Arco di Constantino y el Pincio. Con las piazzas no se puede contar porque, aunque abunden en Roma, no tienen las características a las que nosotros estamos acostumbrados (y verde, nada de nada).

Además no podía que llevarme mucho tiempo… estaba realmente cansada.

Recorrí el Domus Aurea y el Colle Oppio hasta que encontré un sector de piedras (no relevantes para la historia claro) que me pareció propicio. Al principio tuve un poco de pudor a despanzurrarme así que opté por la excusa de la literatura para ir mejorando mi posición.

Aunque yo no soy una primeriza en estar artes, realmente no tengo mucha experiencia y no pude dejar de pensar en los tantos que están obligados a ser expertos en la materia.

A mi me gustaría enterarme algún día de que para todos ellos, como lo es hoy para mi, esto se trata de una experiencia pasajera a partir de la cual no resten muchas horas más para reencontrarse con un lugar confortable.

Estas fueron algunas de las meditaciones por las que anduve perdida antes de dormirme, quizás seguí en sueños pero lamentablemente, como ya saben, no los recuerdo.

Cuando me desperté eran las cinco pasaditas, así que ya podía ir por la ducha. Qué de privilegios que tiene uno después de todo, si además iba a tener acceso a un baño, algo que necesitaba con urgencia. Pues es odioso que se trate de un privilegio y el problema radica en que muchas de las urgencias de este mundo no son tratadas como tales. En fin…

Nada de que quejarme entonces… yo en el mismo lugar iba a bañarme, cenar y dormir. Lo de la comida y la bebida free también fue una sorpresa para mi, y superó ampliamente mis expectativas. Se trataba de un party, algo que después supe que era bastante habitual en esa casa.

Comer, comí; beber, lo suficiente; lo que no pude es seguir mucho con la joda. A ver si se entiende… hacía exactamente 62 horas que mi cuerpo no tomaba contacto con una cama, ni siquiera con un colchón.

15 de mayo

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