martes, 3 de junio de 2008

Aló Catania...

No hice ningún esfuerzo por levantarme temprano porque de todas formas sabía que saldría recién al mediodía. Me duché, junté todas mis cosas y, como no sabía si tendría conexión a Internet en los próximos días, fui a la sala con mi ordenador a contestar mails. El desayuno corrió por cuenta de la casa porque creían que me debían un favor. Yo, de verdad no lo sentía así pero, acepté el buen gesto con alegría. Ya no había rastros de la insolación con la que me fui a la cama, pero a cambio había muchas evidencias del mal dormir por lo que el café negro me venía muy bien.

A las 12:20 había llegado a la calle donde se encontraban todas las compañías de buses, creo que antes de dar con la que viajaba a Catania (SAIS) entré a cinco empresas distintas. El pullman (así llaman aquí a los autobuses) salía a las trece horas, perfecto no había que esperar demasiado.

Del paisaje del camino no se absolutamente nada porque dormí casi todo el viaje (con seguridad dos horas y media).

Tenía reservas en el Agora Hostel y debía llegar al N° 6 de la Piazza Currò, pero evidentemente no quedaba cerca de la estación porque nadie podía darme ninguna indicación. Entonces, una vez adentro del Café Glamour, algo más cómoda y acompañada de un rico bocadito, decidí recurrir a una segunda referencia: la Piazza Duomo, donde hay un elefante. Ahora si! Salió el chef a hacerme un simpático planito que involucraba también al animalito (es que no es simplemente un elefante, es EL ELEFANTE, símbolo de Catania, la verdad es que no sabría decirles por qué).

Bendita la maleta con rueditas aunque mi hermano diga que es mejor la mochila porque te permite tener las manos libres. Si me hubiera visto… mochila llevo de todas formas (sin ir más lejos la de él porque tiene la medida perfecta para mi portátil), la mano derecha arrastrando la poca ropa que llevo conmigo, y la izquierda portando plano y cámara de fotos. La libertad sólo en los ojos, que después de todo pueden elegir para donde mirar.

Una vez que pagué por mi cama, me acomodé en mi cuarto e intercambié unas palabras con Alessandro, el chico de la recepción, salí a la calle cual canto a la libertad.

Fui al Castello Ursino, al Teatro Romano, caminé por la vía Crociferi, me metí en una facultad y me tomé un cafecito camuflada entre estudiantes de algo parecido a Ciencias Políticas. Catania es una ciudad universitaria y por lo tanto tiene un ritmo joven y un sonido nocturno bastante estruendoso.

Regresé al hostel convencida de que debía indagar un poco más en la cuestión y descubrí que tenía dos nuevas compañeras de cuarto que viajaban juntas, Jeorgette (venezolana) y Melina (argentina pero residente de Madrid).

Pues después de charlotear un poco decidimos bajar a cenar al movido restaurante que funcionaba justo al lado del albergue (y que durante el día era parte de las instalaciones del mismo). Teníamos el beneficio de un menú económico por estar hospedadas allí, así que yo me mandé con el cuscús y lo acompañé con una copita de vino.

La verdad es que no hacía falta ir a ningún otro lugar. El lugar se llenó rápidamente de jóvenes locales que llegaban con sus autos boite y los estacionaban en segunda y tercer fila. Había gente que cenaba a la luz de las velas y otra que solamente tomaba unos tragos pero todos se veían muy a gusto. Al rato empezó la música en vivo, el dueto era una delicia, ella tenía una voz privilegiada y el tocaba la viola espectacularmente. Como dicen, había ambiente y allí nos quedamos hasta que nos venció el sueño.

3 de junio

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