jueves, 10 de julio de 2008

De intérprete…

En Marsella encontré un nuevo oficio. Le haría de intérprete a un capitán de crucero que no manejaba el francés y debía resolver unos cuantos asuntos antes de que se embarcara su multimillonario jefe.
La tarea no resultó para nada complicada y además estaba muy bien retribuida. Trámites bancarios, reservaciones y compra de adminículos tecnológicos diversos, a cambio de despertares apacibles en un confortable cuarto de hotel, buena gastronomía y bellos paisajes… todo eso en muy buena compañía.
No existía una situación más perfecta para que dos personas relacionadas entre si por un vínculo fuerte con un otro (mi padre), se conocieran holgadamente aunque hasta el momento no hubieran intimado mucho en esta vida.
Nuestras mejores charlas se dieron durante los desayunos en la plaza du Gal de Gaulle y mientras cenábamos en los lugares donde Ricky percibía las mejores energías para que se justifique detener nuestra marcha de ronda nocturna por el Vieux Port.
La primera vez, la buena vibra fue compartida y elegimos un restaurante sobre la rue New Sante-Catherine para comer pescado. Cómo habrá sido de extraordinaria esa conversación que le garçon, no nos mostró la puerta de salida porque estábamos en una mesita de la calle (la terraza como le dicen), pero nos invitó gentilmente a que nos retiráramos (hace horas que se quería ir a casa el pobre hombre).
La segunda oportunidad se la dimos a Wok, aunque, a decir verdad, en este reconocimiento de buen ambientillo yo no tuve ningún mérito. Ricky (con mi total consentimiento) no sólo optó por el lugar, sino que eligió el vino y organizó un menú combinado de specialites asiatiques. En este caso, para mi era toda una sorpresa porque el metre hablaba perfectamente inglés. Lo que terminó llegando a la mesa en diferentes tandas fue sushi, sopa de cangrejos y un exquisito postre de ananá. Pues, habíamos aprendido la lección y esta vez, después del cafecito, nos fuimos antes de que nos echen.
En otro orden de cosas diré que no tardé mucho en darme cuenta que a mi compañero no le gustaba andar demasiado. Entonces, mientras atendía a sus operadores por Internet, yo me tomaba el tiempo libre para hacer algún que otro circuito caminando, como a mi me gusta. Solo gracias a esas escapadas es que pude conocer la catedral, visitar la Vieille Charité y perderme en las callecitas del barrio de Panier. Por lo demás nos entendíamos a la perfección, bueno casi… pero todo lo que encierra a ese casi (por lo menos en esta etapa de la relación) nos hace reír. No preocuparos!

8 y 9 de julio

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