sábado, 2 de agosto de 2008

Chocha con los chiches y chuches... Chau Barcelona!!

Una vez que mis cosas quedaron perfectamente ordenadas en el salón que custodiaba Jonás, salí a la calle.

Me encontraba con Edu en Drassanes y pensaba ir caminando como de costumbre, pero tuve que cambiar de planes… Es que fui por tabaco y me quedé charloteando demasiado con el vendedor. Entre otras cosas, volví a escuchar sobre las ventajas del tabaco 100% natural, sin aditivos, y entonces me cambié a Pueblo.

Aunque tomé el metro llegué tarde… Mil, mil, mil disculpas!

Fui disculpada y, en una de las tantas placitas de por ahí, empezamos mojando con unas Voll-Damm. Continuamos almorzando un rico arroz ennegrecido por la tinta de calamares en la Fonda Escudellers. No sé si habíamos caminado las cuadras suficientes para tener la excusa de parar y tomarnos un helado, pero evidentemente no nos importó, porque fue lo que hicimos.

Desde unas escalinatas descubrimos a la familia perfecta (y sin comillas). Era tan placentero verlos felices sin hacer ningún caso de las pautas de la sociedad de consumo. No existía ningún comportamiento que evidenciara que pudieran estar influidos por los lugares comunes del vestir, comer, divertirse, relacionarse entre pares, etc, etc, etc.. No fue poco el tiempo que le dedicamos a las fabulaciones para intentar reconstruir sus vidas. Creo que en el fondo estábamos esperando que en algún momento alguno pisara el palito, que alguien gritara “corten” o “es una jodita para Tinelli”. Pero como después de un tiempo considerable nada de eso sucedió tuvimos que asumir que podía ser cierto y entonces nos empezamos a aburrir de tanta perfección. Circunstancia que aproveché para reclamar mi cafecito.

Empezaban a aparecer las cosquillitas en el estómago que yo ya conocía de memoria, algo que me ocurre invariablemente horas antes de dejar un territorio en el que me siento cómoda y a gusto. Creo que intentando quitarles espacio acepté ir por algunos chuches, golosinas sin envoltorios de fábrica, dulces sueltos. Qué geniales son esas tiendas repletas de tiritas de colores azucaradas, nosotros optamos por las de melocotón y nata, las de regaliz, y algunas otras que ya no recuerdo.

Acompañados de una bolsita, que no tenía nada que envidiarle a las de fin de cumpleaños infantiles, recorrimos otros comercios igual de pintorescos, una casa de cotillón, una colchonería, un negocio de zapatos artesanales y una condonería.

El guía un lujo, era una lástima que ya no hubiera más tiempo, tenía el tiempo justo para recuperar mi equipaje y llegar a la estación Norte.

-¿Este va a Almería?

-Y qué tengo que hacer yo en Almería. Si tengo mi mujer en Madrid y en algún momento tengo que verla sino corro el riesgo de que me la roben.”

Un chofer de la empresa ALSA intentando ponerle un poco de humor al apelmazamiento de pasajeros, el congestionamiento de ómnibus y las demoras del 1° de agosto. Y un pobre flaco que se fue más liado de lo que había llegado y sin saber bien para dónde. Lo que el no sabe es que colaboró para que una muchacha saliera de dudas y por fin dejara de moverse de acá para allá con una carga que era difícil de maniobrar entre tanta gente.


Que lo sepan:

Pablo y Gerard volveré por mi cucha.
Mati volveré por mi asado.
Edu volveré por más chuches.
Isaac volveré para saber si estás mejor.


1° de agosto

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