Lo primero que consideraron mis oídos inexpertos como ruido fue la lengua. Es que al árabe no hay por donde entrarle. Haciendo un esfuerzo enorme por prestar atención a la maroma del sin sentido, de vez en cuando se escucha un taxi, un celular, un cacahuete, un chercher, un message, un preservative y entonces uno sonríe de la emoción… pero es muy poco para ponerse contento.
Por suerte por aquí muchos hablan también el francés y esto quiere decir, nada más y nada menos, que tengo forma de comunicarme. Pero la segunda lengua no acalla el rumrum de volumen elevado que, muchas veces, le hace creer a uno que está presenciando el comienzo de una pelea… es bueno que exista el lenguaje corporal para compensar estos desperfectos.
Otra sonoridad muy característica es la llamada al rezo (Adhân) que tiene lugar cinco veces al día. Los altavoces colocados en los minaretes de las mezquitas convocan a la población a dejar todo a un lado para pensar en Dios. Al·lâhu Akbar…
El ruido de la incomprensión fue silenciado
por la ayuda desinteresada de un políglota.
Gracias a él ahora tengo el registro
de un verdadero grito al cielo.
Dios es Más Grande
Atestiguo que no hay más dios que Al∙lâh.
Atestiguo que Mohammad es el Mensajero de Al∙lâh.
Venid de prisa al rezo.
Venid de prisa a la prosperidad.
Dios es Más Grande.
No hay más dios que Al∙lâh.
Pero, y por fuera de ese canto elevado y para las alturas ¿que se dibuja en el pentagrama de las superficies? En realidad los ruidos terrestres son muchos… pero para mi existió un sonido que se destacó del resto y en casi todos los circuitos que emprendí. La música árabe… presente!! (Una categoría desfachatada para los que tienen dotes en la materia, pero muy simplificadora para los que sólo sabemos mover el cuerpo). Acompañando la dinámica de cafés, locales de ropa, medios de transporte, albergues y casas de familia… la música árabe presente! Siendo el pilar de festejos familiares, aniversarios y bodas… la música árabe, ejecutada en vivo, presente!
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