... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

sábado, 19 de abril de 2008

Caminatas de reconocimiento...

Camas confortables y almohadas mullidas cuidaron de nuestro sueño nocturno y mañanero. Mi compañera de cuarto saltó de la cama al ver en el display del televisor 13:34, era tardísimo y no podía tratarse de una confusión producto de la diferencia horaria con nuestro país (seis horas menos). El movimiento brusco me despertó y en breve estábamos listas para salir del hotel.

Si bien en Buenos Aires no tengo la costumbre de dedicarle mucho tiempo al desayuno, cuando estoy de viaje esta práctica me parece sumamente indispensable, se trata del momento en el cual se esclarece el plan de la jornada. Para Adriana significa mucho más que eso, recién después del quinto sorbo de café y algún que otro bocadillo termina de abrir los ojos. Pues entonces teníamos que desayunar…

Caminando por el boulevard Sipahioglu Cad rumbo a la estación de tren Yesilyurt, nos topamos con el bar–restaurant Tarihi Tekirdag Koftecisi. Había muchos, pero fue el primero que vimos y entramos. El mozo no nos entendía ni jota y por ese motivo tuvimos el honor de ser atendidas por el propio dueño. Con las diferencias lógicas para el caso conseguimos que nuestra pequeña mesa al aire libre se fuera ocupando con los alimentos adecuados conforme a lo que para nosotros es el primer plato del día. Los ingredientes que más se demoraron fueron aquellos que entraron al local, mucho después que nosotras, dentro de una bolsita de supermercado. Yogurt, quesos, fiambres, omelette, pan y miel, y todo en grandes cantidades, nos haría olvidar de la comida hasta la noche. Por el mismo precio también conseguimos conectarnos a Internet y mandar nuestros primeros mails notificando, fundamentalmente a la familia, que el viaje había sido exitoso y que nos encontrábamos de maravillas.

No podíamos estar en mejores condiciones para arrancar el día. Finalmente nos tomamos el tren hasta la última estación. El tiempo en llegar a Sirkeci fue de aproximadamente 40 minutos. Allí encontramos una oficina de información turística y mejoramos la calidad de nuestro mapa. Sin más demoras empezamos nuestra caminata por Sultanahmet. Sabíamos que tendríamos que volver por allí, ya que es el barrio que aloja la mayor cantidad de edificios a visitar pero este día estábamos fuera de horario.

Por suerte todavía nos acompañaba la luz del sol y nuestros ojos no perdían detalle. Tampoco nuestros cuerpos… que tuvieron que adaptarse a subidas y bajadas, calles empedradas y maniobras bruscas para no ser arrollados por los conductores locales.

Realmente no dábamos crédito de lo que veíamos, miráramos para donde miráramos todo nos resultaba impresionante: las flores, especialmente los tulipanes, inundando los espacios libres; los característicos contornos de las mesquitas asomando por el cielo; muchos hombres jugando al tavla o simplemente charlando sentados en sillas diminutas tomando te y un centenar de Can I help you?, que estimo la excusa para tomar contacto. Así apareció Hasan, que desde una mesa desde el restaurant Mozaik, descubrió inmediatamente que no era nuestra lengua y entonces probó con un excelente español, bravo! Comenzó la primera charla fluida desde nuestro arribo, nosotras hacíamos preguntas sobre lugares y costumbres y él respondía con tips de conveniencias y cuidados, mezclados con que guapa, hermosa niña, cariño, que bellos ojos tienes y todas esas cosas que casi todos los turcos saben aunque no hablen casi nada de español.

Pues por recomendación de Hasan, habiendo prometido previamente volver hasta allí más tarde, caminamos hasta la torre Gálata para ver el atardecer. Para ello había que cruzar el puente homónimo, en el cual se amontonan los pescadores por arriba y un montón de restaurantes en una pasarela inferior que dejamos para la vuelta.

La torre ofrece una bella vista de la ciudad, de los ríos Cuerno de oro y Bósforo y el mar de Mármara. La visita duró el tiempo necesario para tomar unas cuantas fotografías de la puesta del sol, rescatar una lapicera suicida (que no logró saltar definitivamente al vacío y quedó atrapada entre la reja de protección y el borde de la cornisa) y un descansito con aperitivos en la confitería (un piso más abajo del mirador).

No teníamos planeado cenar, sin embargo caímos en las garras del puente (köprüsü), o mejor dicho en una de sus Lokantas (los típicos restaurantes tradicionales donde te sirven los platos anunciados en la puerta), aunque quizás más honesto es decir que fue la insistencia de un tal Roberto… ¿Roberto? Pues si, es que aquí casi todos los personajes que de alguna manera están en contacto con turistas usan un seudónimo más conveniente. Definitivamente, desde Balik Noktasi (Fish Point) el paisaje era bueno y apropiado para terminar la jornada. Además estábamos a poquitas cuadras de la estación y todavía faltaba bastante para las 12 de la noche (hora en la que pasa el último tren), por lo tanto no podíamos dejar de aceptar la invitación a bebernos un te de manzana, sabiendo que luego cambiaríamos de brebaje. A esa hora no nos venía nada mal unas cervecitas con algunos bocaditos. Elegimos una mesa al aire libre y ahora era Antonyo el que se encargaba de servirnos…

Nos sentamos con cierta desconfianza, temíamos que tanta amabilidad y sonrisas en demasía, terminaran en una cuenta desorbitante. Decidimos entonces arreglar las cuentas antes de consumir nada. Llegamos a un buen trato y comenzó el disfrute, pero también el frío. Como reflexión final diré que en Estambul no hay que preocuparse de nada. Cuando los turcos dicen esto es un regalo, realmente lo es, si tenés frío te ofrecen abrigo y si te agasajan, te dicen cosas lindas y te regalan flores probablemente te estén queriendo levantar, pero si tu no accedes no pasa nada. Las sonrisas continúan!

17 de abril

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