... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

miércoles, 30 de abril de 2008

Tarde accidentada...

Salimos en dirección a Denizli, teníamos urgencia por llegar a Pamukale, una ciudad que nos había recomendado mucha gente. Arribamos cerca del mediodía y lo primero que hicimos fue entrar a una oficina de información (que no era turística pero nos daba igual). Allí nos dieron los datos fundamentales para conocer el lugar y nos invitaron a probar un delicioso manjar que por respeto no aceptamos. A menos de 100 metros subiendo la calle, volvimos a ver la misma imagen, un pollito asado bien doradito, esta vez girando en el spiedo… yo les aseguro que nos llamaba!!

La parada alimenticia la hicimos al borde de un lago donde residían algunos patos.

Ya estábamos listas para iniciar el ascenso hacia las aguas termales. Desprovistas de nuestro calzado, cruzamos los diversos charcos de agua que atravesaban el exquisito paisaje de piedra áspera y totalmente blanca. En el medio del trayecto empezaron a caer las primeras gotas, realmente una sorpresa porque minutos antes brillaba un sol espléndido. Llegando a la cima ya empezó a incomodarnos el frío, la tormenta estaba esperando que, al menos, cubriéramos nuestros pies para que la corrida hasta el próximo techo no fuera tan fastidiosa.

Llagamos al refugio, el predio de las viejas piletas de agua caliente, junto con un número importante de personas que unidas a las que ya estaban allí (porque se la vieron venir) conformaban una multitud. Mientras Adriana disfrutaba de un bañito bajo la lluvia torrencial yo avancé bastante con mi escritura bajo techo.

El agua no paraba de caer (y algunas piedras que se colaron), cada vez hacía más frío, y decidimos emprender la retirada. El camino de regreso era largo y complejo pero no podíamos darnos el lujo de esperar a que el tiempo mejorara. Nuevamente con las patas al aire y los pantalones remangados (aunque no se bien para qué, porque el agua ya tenía la batalla ganada) mi única preocupación era proteger mi ordenador portátil lo máximo posible.

Totalmente compenetrada en esa tarea, protegiendo con garra mi integridad moral descuidé mi integridad física y, cuando faltaba todavía la mitad de la travesía, volqué. La mochila en mi pecho me impedía ver el terreno por el cual andaba, mi pie derecho pisó imprecisamente el borde de una canaleta con aproximadamente cuarenta centímetro de ancho y unas piedritas flojas fueron culpables del resto… Primero derrapé; luego, muy próximo al suelo, mi cuerpo contorsionó para que el golpe no estropeara el dispositivo tecnológico. El saldo fue un fuerte dolor en el hombre, tres o cuatro moretones, el peorcito en la rodilla, y un corte en el dedo del pie izquierdo (una participación que no podía faltar). Me levanté toda estropeada pero me levanté!

Decidí que para seguir adelante era mejor portar la mochila en la espalda y entonces fue cuando vi primero mis deditos azulados e inmediatamente después la sangre… No me importaba perder el pie, pero prefería no verlo, así que me puse las medias. A esta altura ya estaba completamente empapada, mucho había hecho la lluvia pero lo peor fue ocasionado por el descenso del ballenato hacia la correntada. Pues se imaginarán que ya poco me importaba atravesar charcos o charquitos, lo único que quería era llegar al auto.

Allí me esperaba ropa seca, calefacción y un buen reducto para prender un cigarrillo y verificar que toda la tecnología seguía en funcionamiento. El proceso se llevó a cabo sin ningún reparo por los espectadores ocasionales. Si logré mejorar un poco mi facha fue a costa del aspecto del rodado, que se convirtió en un verdadero desastre. Como la solución a ese problema no era urgente decidimos gratificarnos con un buen té caliente. Descendimos del auto y pasamos del escenario a la platea, un barcito donde muchos hombres se entretenían, ahora, con juegos diversos (uno de ellos el OK, que creo es nuestro burako).

Teníamos pensado pasar por un poblado llamado Afrodisias pero el mal tiempo nos obligó a ir directo para Selçuk, centro de un montón de lugares interesantes para curiosear. Por suerte no tardamos mucho en encontrar un sitio donde pasar la noche, optamos por la pensión Vardar que incluía en el precio desayuno, simpatía y excelentísima atención.

El cansancio y los dolores solo me dieron tiempo para extender mi ropa mojada por toda la habitación, darme un bañito y basta… No me acosté, me desmayé y estoy segura que tuve felices sueños!

28 de abril

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