Claro que no había apuro para la partida así que dejé mi equipaje junto a la puerta y estuve de gran charla con la jujeña hasta el mediodía.
La habitación que me esperaba no era la misma que había ocupado con anterioridad. Se parecían en tamaño y en comodidades, es verdad, pero, había una diferencia notable, a esta le faltaban todas las camas de una plaza.
Pues que les puedo decir… con lo cansada que estaba me despatarré a mis anchas en los casi tres metros cuadrados de colchón para mi sola y dormí como un bebé.
A las seis de la tarde me despertaron unos golpecitos tenues en la puerta, era Giuliano que venía a contarme la buena nueva: había encontrado estancia por 150 euros al mes, se mudaba al día siguiente. Le pregunté si quería acompañarme a la fiesta de Santa Rita pero ya tenía planes así que nos despedimos hasta la mañana siguiente.
Yo me di una ducha rápida y salí buscando el ruido de la orquesta y la gente en las calles, pero no encontré nada de eso. Delante de la iglesia, con algo de indignación, percibí las huellas del festejo popular consumado. Me habían dicho que la cita era a las cinco de la tarde pero como los ornamentos luminosos eran tantos y tan sofisticados suponía que la reunión se extendía hasta
Cuando me vieron llegar sola los que me conocían, y los otros también, exageraron su amabilidad para conmigo y en diez minutos ya estaba sentada a una mesa, servida y con unas cuantas explicaciones en mi haber sobre el dinerito gastado en la luminaria pública. En realidad el evento no había terminado aún, la Santa, sus fieles y la orquesta estaban recorriendo las calles y entrarían a la iglesia a las diez de
Nadie lo esperaba, incluida yo, pero al rato llegó Maurizio y se encargó de que mi desasosiego no fuera tan grande. Esperó que viera pasar la triste procesión de Santa Rita y me llevó al barrio Vilatasca para que pudiera apreciar la entrada de una Bendita con bastante más convocatoria.
Pues eso si que era un verdadero encuentro barrial, algo más parecido a lo que yo había imaginado. Chicos, grandes y viejos todos mezclados, sosteniendo globos, copos de azúcar, helados o el mismísimo carro de la Patrona, según corresponda. Familias completas reunidas esperando ver los fuegos de artificio del cierre. Allí mismo fue que conocí a uno de los nueve hermanos (con esposa e hijos) de mi guía personal y a otro de sus primos, Luca (no creo que tenga la oportunidad de presentarme a los 42 que restan).
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