... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

sábado, 31 de mayo de 2008

Momias paquetas...

Después de la juerga la misión de levantarme y dejar mi habitación antes de las diez de la mañana fue bastante compleja. Lo bueno es que no me tenía que preocupar por no hacer ruido porque con la borrachera que había llegado mi compañero ni un terremoto lo hubiera despertado.

Una vez fuera de la recámara no tuve que apurarme demasiado, dejé mis cosas en la recepción y tomé mi desayuno entre grandes bostezos. Cuando ya me sentí con un poco más de fuerzas encaré el proyecto mudanza. El nuevo albergue no quedaba lejos de allí: vía Maqueda 124, el problema era que una vez caminadas las cinco cuadras, para llegar al Hostel Quattro Canti había que subir cuatro pisos por escalera.

De todas formas la bienvenida de Giuseppe y Andrea, una compatriota, fue tan amable que enseguida me recompuse del gran esfuerzo. El primer cigarrillito del día lo hice en una simpática terraza con vista a la iglesia de la Martorana.

Yo ya conocía bastante bien la ciudad pero, de todas formas, le permití a Giuseppe que desplegara todo el orgullo que sentía por el lugar donde había nacido sin chistar. Después de ordenar mis cosas y dejarle a Andrea ropa para lavar salí en busca de las catacumbas.

Una vez en la plaza Independenza el camino empezaba a ser nuevo para mi, tomé la vía Cappuccini e inmediatamente antes de girar a la derecha para encontrarme con el antiguo Monasterio de los Capuchinos y acceder a le catacombe decidí almorzar. Si elegí el “Caffe Celoso” fue porque vi a un señor comiendo algo parecido a una pizza que supuse sería la sfingione, el típico plato de los campesinos y agricultores sicilianos. Estaba en lo correcto, y además de mi ración obtuve una explicación pormenorizada de porque no se debían confundir los dos alimentos. Los argumentos más fuertes fueron que la sfingione se elabora íntegramente con productos de la región y desde mucho antes de que alguien pudiera hablar de la pizza.

Luego del recreo gastronómico me dispuse a continuar con mis planes. Pero como todavía no era horario de visita me entretuve conversando con un vendedor de los típicos libros y recuerdos para turistas, otro Mauricio pero que hablaba casi todas las lenguas. Ese rato de espera, para nada tediosa aunque nos abrasara el calor de la tarde, me permitió conocer también a un personaje muy popular de la ciudad: el loquito cantador, Ignacio Trevi.

Empezaron a llegar los buses con franceses y supe que era momento de ponerme de pie. Entré junto con una multitud, pero lo que perdí en intimidad lo gané en conocimiento. El guía no se iba a enojar si una argentina se le infiltraba en el contingente. Así me enteré que las catacumbas datan de 1599, año en el que por la necesidad de trasladar los cadáveres de los clérigos a un espacio más grande descubrieron las especiales condiciones climáticas para la conservación de los cuerpos.

Luego los monjes se perfeccionarían en diversas técnicas de momificación y empezaría a convertirse en una práctica habitual entre la población laica. Hoy se trata de un verdadero museo de la muerte que contiene aproximadamente 8.000 cadáveres ataviados con sus ropas de época y reunidos según el sexo, la edad y la profesión. También hay una galería para las vírgenes, pero no se dijo nada de cómo se llevó a cabo este proceso clasificatorio. La pieza destacada del museo es el cuerpito de la pequeña Rosalía Lombardo que fue momificado en 1920, uno de los últimos restos depositados en las catacumbas de Palermo.

Mis pocas horas de sueño podían hacer que en breve me empezara a confundir con los moradores inanimados así que antes de que me clavaran a una pared me oculté entre los rozagantes visitantes franchutes y salí nuevamente a la superficie.

Caminé de vuelta al albergue todo lo rápido que me dieron las piernas, quería dormir y esta vez tenía sueño. Además la noche del sábado prometía nuevamente bailongo y había que recargar pilas.

Me desperté y no había nadie en la sala, ni en ningún lado. Con todas las instalaciones a mi disposición me bañé, me cambié y me tomé un café. Después llegó Andrea y conversamos hasta que se hizo la hora de encontrarme con Maurizio y sus amigotes.

Hasta que llegaron todos tuve tiempo de comer un bocadito. Luego en dos autos, diez personas tomaríamos carreteras para llegar a “Sotto le stelle”, la disco más grande y con más fanáticos de la región.

El vehículo conducido por Mimo llevaba a dos Verónicas, una Cecilia y al pequeño Giuseppe. En el otro subimos Giovanni, Rosario (un hombre con nombre de mujer), Maurizzio, yo y Vito, el encargado de que lleguemos a destino.

Estuvimos largo rato en la puerta hasta que pudimos entrar pero la espera fue animada. Una vez adentro anduvimos por las cuatro pistas intermitentemente. Buena Fiesta!

31 de mayo

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