Todos mis compañeros de cuarto (seis muchachotes y una dama) habían madrugado y sin testigos pudieron hacerse los tontos. Definitivamente di con la mejor hora para la ducha, acababan de terminar con la limpieza.
Esos mimos había que agradecerlos… Empecé pidiendo disculpas por todos los disturbios ocasionados, a lo que respondieron, cada uno con su aporte (parecía como si hubieran hablado del tema de antemano), que era el trato que correspondía para la única huésped que siempre se levanta de buen humor. Si bien es verdad que algunos metían miedo con el rumor del sueño en el rostro, el caso más complejo era el de Julio, y esto comparativamente me beneficiaba, el comentario no dejaba de sorprenderme.
Sorprendida como estaba agradecí y me quedé un rato charlando con ellos. A las cuatro y media de la tarde me encontraba con Beatrice e Italo, dos lindas personas que conocí en la Fiesta de los Pueblos, que trabajan en una organización que colabora con los inmigrantes africanos.
Para llegar a
Estaba realmente a gusto y me hubiera quedado toda la noche con ellos, pero ya había arreglado otra cosa y a mi no me gusta plantar a nadie. Era viernes, en
El festín fue de Vodka, Red Bull y Taralucci (un exquisito ingrediente para el copetín). Para el final algo de baile.
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