... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

viernes, 16 de mayo de 2008

Andar sin prisa...

A pesar de que me acosté temprano me levanté tarde o, todo lo tarde que me permitió llevar hasta el límite las reglas de la casa. La limpieza y el alistamiento de camas para el recambio de viajeros exigía que todos estuvieran fuera de 11 a 16.

Claro que en diez minutos no hubiera podido lavarme los dientes, vestirme y desayunar, por suerte todavía quedaba café y algo de pan y mermelada. Yo había logrado incluir la ingesta matutina al importe negociado de 20 euros (después de unos días de ver como se manejaban con los precios, descubrí que no siempre arrancaban de 25 y entonces, entendí que no estaban haciendo una excepción muy especial conmigo).

Salí derechito hacia el bar Venezia (a pacitos de la estación Cavour había encontrado un Wi Fi point). Quería chequear mi correo, subir fotos a la web y actualizar un poco mis relatos… me tomé todo el tiempo que consideré necesario. Realmente estaba empezando una nueva experiencia y si quería hacer notoria la diferencia, una de las características a realzar era ésta: andar sin apuros.

Con la misma tranquilidad comencé el paseito del día. El dato original es que me dejaría llevar a la buena de Dios, rescindiría del mapa e iría sin rumbo husmeando y entrometiéndome hasta donde me lo permitieran. Yo creo que, en tren de indagar, no hay nada mejor que los recorridos ocasionales. Fue en esas circunstancias que me di cuenta que había una cara de la ciudad por descubrir: yo la llamaré La Roma gratuita (y será el leiv motive que me acompañe por el resto de mi estadía por estos lados).

Resultaba así que la consigna para hoy ya estaba ideada y era bastante más amplia que la de ayer; se había originado con un hallazgo fortuito, la exposición “Colori sulla citta” en el Palazzo Valentín, por lo cual ya no existía la posibilidad de la desilusión porque de alguna manera ya estaba cumplida. Ahora bien, como ya no se corría el riesgo del fracaso, pensé la manera de que el resultado fuera considerablemente más rico y decidí dedicarme a buscar puertas, puertitas, portones (entradas para… y salidas de… millones de opciones). Nadie osaría querer cobrarme por sacar fotografía a los portales.

La elección del asunto no es caprichosa, tiene varias razones de ser. La más poética es que para entrometerse y husmear dignamente hay que atravesar la mayor cantidad de puertas posible. La segunda razón es más banal pero a la vez más íntima, es que desde un tiempo a esta parte me he convertido en una fetichista (una friki abocada a encuedres atípicos).

Desde que comencé el viaje tengo modelos fotográficos recurrentes, el que me convocó hoy para intentarlo con cierta disciplina es sólo uno de ellos, también están los pies, la gente que come helados y tantos otros… (con seguridad le daré vida a varios mas).

Salir a la calle buscando imágenes específicas implica mirar en todas direcciones, incluso hacia lugares que nadie mira.

Llegué al albergue con algo de hambre y los pies ampollados; eché un vistazo para reconocer las caras viejas y apoderarme de las nuevas; agudicé el oído para identificar las lenguas que me resultan más amigables. Durante el escrutinio la conjunción de un rostro y una voz me llamó poderosamente la atención… se escuchaba un argento inconfundible pero la efigie era particularmente oriental. Una amigable sonrisa hizo que, al menos por esta vez, olvidara que no me viene bien juntarme con viajantes compatriotas. Al rato salí con Jao a buscar donde cenar.

16 de mayo

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