Entramos sin hacer colas desalentadoras y nos encantó. Es verdad que quedaron sólo un montón de piedras, pero que piedras… madonna santa! Y con sol más lindas todavía.
Salimos para la hora del almuerzo y nos gustó la idea de seguir regocijándonos con la circularidad pero desde fuera. Así que La Biga nos vino bien, se trata de una pizzería desde la cual la contemplación del coloso es perfecta.
Es difícil dedicarle toda la atención a algo por mucho tiempo y yo debo admitir que me distraje bastante rápido… Es que nos atendía un palestino increíblemente guapo que no hablaba ni una palabra en italiano y me daba muchísima ternura (además de gustarme, claro).
Pero los planes están hechos para ser cumplidos y (aunque tengo un amigo que afirma todo lo contrario y en alguna ocasión, haciendo algunas salvedades, le di la razón) retomamos la marcha.
Nuestra segunda escalada culturosa correspondía con el circuito de
Unos metros más adelante encontramos las catacumbas de San Calisto (la más grande de todas las que hay por la región). Para entrar no sólo había que pagar la entrada sino que además había que esperar al guía que en tu propia lengua te contaría toda
Pues entusiasmados, los argento seguirían de joda… Llegaríamos hasta el final de la vía por donde se accedía a
Después de ver ovejas como único ser viviente en diez minutos de caminata, llegamos a una carretera y luego a una parada de autobús. No nos importaba el recorrido, habíamos decidido tomarlo de todas formas y bajarnos ni bien apareciera un centro urbano. Pues así fue y por ventura además de casas y negocios divisamos la M roja.
Agotadas de tanto andar fuimos derechito a S. Paolo. Buscando un lugar para cenar tuvimos que caminar unas cuantas cuadras más, pero el esfuerzo valió la pena, porque encontramos un comedor baratísimo. Teníamos que desembolsar sólo 5 euros por cabeza y nos daban un menú que consistía de pollo con papas al horno y agua mineral.
Con la buena nueva terminábamos el día en paz!
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