... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

miércoles, 13 de agosto de 2008

Marahbabek... la bienvenida...

Después de unas horitas de vuelo, que aproveché casi completamente para dormir, desembarqué en un aeropuerto silencioso, de marcha lenta y prácticamente solitario. Ambiente muy propicio para continuar con la modorra pero muy poco favorable como puerta de entrada a Marrakech… porque cuando uno se da cuenta ya es tarde para espabilarse.

Con toda la simpatía del mundo, y sin ningún apuro, un tachero me convenció para que no siguiera esperando el bondi (“… puede tardar demasiado y no te va a salir mucho más barato, conmigo tenés asegurado el mejor precio”). Era el único ser en la parada del transporte público, ya eran las 19:45 y una parejita de suizos ocupaba el asiento trasero del destartalado taxi que por cinco euros (precio pactado de antemano) prometía dejarme a la entrada de la médina. Contenta ocupé la plaza libre al lado del conductor que no paró de hablar y hacer chistes todo el trayecto.

Mis compañeros de viaje bajaron antes y arreglaron (no muy rápidamente) las cuestiones monetarias fuera del vehículo, yo seguí unas cuantas cuadras más y al momento de pagar tuve que lamentar no tener a mano la divisa extranjera. Muchas sonrisas… pero me estaba timando con el cambio considerablemente. Yo sabía que las cuentas que hacía no estaban bien, pero no estaba todo lo lúcida que necesitaba para saber que tan mal y mucho menos para poner los puntos sobre las ies de la ráfaga de frases que salieron de la boca del hombre, con el único propósito de embarullar las cosas. No quería ponerme de mal humor e hice caso a sus explicaciones aunque la jodita me terminara saliendo casi el doble.

Lo bueno del asunto es que ya con mis dos pies sobre la tierra y mi mano derecha arrastrando la valija, el repaso fotográfico del episodio que acababa de protagonizar y el olor a bosta de caballo que inundaba la calle de acceso a la plaza Jamaa El Fna hicieron que todos mis sentidos se pusieran en funcionamiento inmediatamente.

Dado el tumulto de gente que tenía frente a mis ojos supuse que mi llegada había coincidido con alguna fiesta local (las manifestaciones estaban descartadas). Una densa nube de humo blanco separaba a la masa de cuerpos de un cielo que todavía quería ser rojizo. Sabía que mi objetivo quedaba justo detrás de todo ese abarrotamiento humano pero carecía por completo de otro tipo de referencias así que me acerqué a un grupo de canas apostados a un costado.

Saludé amablemente y les extendí un papelito bastante deteriorado en el que, haciendo algún esfuerzo, todavía podía leerse la dirección donde tenía una cama reservada.

Riad Rahba
53, rue Rahba – Lakdima, biy

Realmente no creo que fueran los bigotes los causantes de no entenderles ni una palabra. Se debatían entre ellos y de cuando en cuando me miraban de reojo. En segundos comprendí que no iba a encontrar allí la ayuda que esperaba y entonces dije que no tenía importancia, agradecí de todas formas y de todas las formas… pero no querían soltar mi papelito. Una mano en mi hombro, propiedad del más corpulento (entiéndase panzón) y una mirada que, esta vez, se dirigía directamente a mis ojos, me conminaron a manotear de prepo el trozo de papel que guardaba la única pista para encontrar el tesoro.

Canas, bondis con retraso y tacheros me ofrecieron un entorno mucho más familiar de lo que estaba esperando. Si desempolvaba las estrategias y recursos adquiridos desde la infancia para abordar las lógicas de mi querido tercer mundo todo marcharía sobre ruedas (viniendo de donde venía, no había motivos para preocuparme).

Finalmente, fue un muchacho enfundado en una camiseta de Boca Juniors el que me guió hasta el albergue. Entré a un hermoso riad (nombre que se le da a las casas de la burguesía tradicional construidas alrededor de un patio central) pero solo me tuve que contentar sabiendo que allí desayunaría por las mañanas... para dormir me esperaba una cama en otro edificio, mucho más modesto, custodiado por un hombre joven que sólo sabía decir en francés bonjour y je t’aime pero que no escatimaba en sonrisas y gesticulaciones varias para compensar.

Una vez que estuve instalada volví a la plaza para perderme en el gentío y constatar que no se trataba de un día conmemorativo de nada. Era así todas las noches… Alrededor de innumerables puestos de comida que montaban tablones para servir a los comensales de turno, tatuadoras, artistas callejeros (tanto músicos, bailarines, como comediantes) y vendedores de todo tipo de bagatelas, se distribuían el espacio restante. Los encantadores de serpientes y adiestradores de monos trabajan sólo de día.

Sin detener la marcha ya había conseguido hacerme un nuevo amiguito… era improbable que pudiera lograr que mi perseguidor cambiara de actividad y como había algo en su mirada que me decía que era un tipo confiable empecé a prestar más atención a su oratoria. Fouad me hizo desistir del popular patio de comidas argumentando que lo que allí se vendía no era de buena calidad y además era caro. Me ofrecía a cambio enseñarme un lugar donde comen los locales, bueno y barato.

Fue adentro de una galería donde probé mi primer tajine de pollo. Mientras yo comía (el niño ya había cenado) charlamos largo y tendido. Lo cierto era que me había topado con un personaje muy agradable, que para sus escasos 20 años tenía unas cuantas cosas interesantes para decir. Pero él perseguía segundas intenciones y yo definitivamente no me acuesto con pequeños. Se divirtió escuchando los motivos por los cuales rechazaba lo que, con seguridad, sería una deliciosa noche de lujuria. Sólo dejó de reírse para decir: -Además de linda, simpática e inteligente! Hatar! (No se si quiso decir peligrosa o peligro pero la idea se entiende igual).

Pues con todo conversado, luego de una ronda que no dejó afuera ninguno de los emplazamientos recreativos del gran predio, no tenía razones para negarme a que me invitara un vaso de té. Nos sentamos en un banco improvisado de cara al puesto ambulante, yo quedé justo en frente de una montaña de pasta marrón muy dulce que era erosionada de cuando en cuando por una cuchara sopera y Fouad en línea recta hacia una inmensa olla que se iba vaciando a fuerza de cucharones.

Con un cucharón y dos cucharas estuve servida… el aroma que emanaba de mi té no se parecía en nada al que había sentido cuando tomé el que me invitaron en la recepción del hotel mientras chequeaban mi pasaporte. Era evidente que no se trataba del típico té a la menta y antes de dar el primer sorbo pregunté por los ingredientes del brebaje. -¿Qué, tenés miedo? –La verdad que no. Y para demostrarlo hice que buena parte del líquido pasara por mi garganta. –Pues, deberías tener miedo. Acabás de tomar el viagra marroquí. Ja ja ja. 64 especias trabajando para mí –Si, si, claro, sabés las veces que escuché el cantito de los afrodisíacos. Es verdad que pica, pero a ver… que los muchachos magrebíes deberían saber que todo lo que pica no calienta. Con una sonrisita pícara agregó –Ya veremos cuando termines.

No sólo lo terminé sino que me animé con un segundo vaso y sin embargo volví a la habitación en la que había dejado mis cosas para ocupar la cama, por la que había pagado, en completa soledad. Es cierto que hubo algunos besos, pero la poción no tiene mérito porque me fueron robados. La verdad es que el pendejo era guapo y besaba rico pero la cagó… Si no me hubiera contado el cuentito de los efectos colaterales quizás hasta me arriesgaba a amanecer mojada, pero existiendo la mínima posibilidad de que estuvieran operando en mí sustancias extrañas no podía permitirme cambiar de parecer.

La noche siguiente el niñato me volvió a encontrar (cómo son las cosas, en ese caos a mi me hubiera resultado difícil dar con alguien aún habiendo estipulado hora y lugar). Por supuesto que no se perdió la oportunidad de arremeter nuevamente, pero mis recorridos diurnos esta vez me habían hecho probar sustancias psicotrópicas y si quería ser coherente con mis pensamientos no debía sucumbir a la tentación. No sé si por temor a la “acción prolongada” o porque estaba atravesando la semana femenina, pero lo cierto es que rechacé a unos cuantos cuasi adolescentes con propuestas amatorias muy diversas. En mi caso, las emociones más fuertes en la perla del sur se dieron todas puertas afuera y por lo general a la luz del día.

12 de Agosto

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