... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

jueves, 31 de julio de 2008

Encierro y aire libre en las mismas proporciones...

Tenía mucho para transcribir y no debía demorarlo porque corría el riesgo de perder la capacidad para comprender las anotaciones al margen, las flechas indicando inserts, los agregados de entre líneas y las supresiones. Fue un día de letras, que interrumpí solo para compartir el almuerzo con Nelly que, preocupada por mi autoencierro, tocó a mi puerta para saber si me encontraba bien. Me tomé un tiempo bastante largo para la charla porque sabía que seguiría con la tarea bastante rato más.

Pablo había escuchado de una fiesta al aire libre, textual… Otra palabra clave fue Motjuïc… y hacia allí iría la peña más tarde.

El largo camino hasta el Raval lo hice a pie y con mi libro de intercambio bajo el brazo. Ya cerca de la residencia del amigo, compré un vinito tinto y me retorcí de la bronca por no haber esperado ciento cincuenta metros más. Es que habría quedado mucho más guapo el relato si hubiera podido contar que al tomar la calle Botellas se me prendió la lamparita. Hubiera podido tomarme esa licencia, pero prefiero reservarme la composición engañosa y colorida para cuando haga mi autobiografía, esto es solo un diario de viaje, algo así como mi caja negra.

Dejé Andamios en buenas manos, con escrito que incluye fecha, y no es dedicatoria, para que continúe su ciclo vital en otro montón de manos.

Fuimos en Metro hasta plaza Espanya donde se sumaría Lizi y cogeríamos el bus del ascenso.

Montjuïc y aire libre habían sido correctísimos pero fiesta... creo que el término era demasiado pretencioso, hubiera sido mejor usar cine y punto. Pero, a pesar de las expectativas y la imaginación decepcionadas, el evento alcanzó una calificación de excelencia.

Salvo por mi bocadillo de vegetales que había perdido los vegetales por algún lado, para todo lo demás reverencia. Encontramos un buen hueco en el césped, teníamos vasitos plásticos para el vino, el primer apagón abrió paso a Salvador (Historia de un milagro cotidiano) y para coronar la película El regreso.

A Pablo y a mi nos gustaron corto y film; Lizi y Gerard hubieran preferido otro plan sin ninguna duda… pero era lo que había.

Convencer a los catalanes de que podíamos desistir del autobus para el descenso llevó su tiempo pero lo logramos. La verdad es que fue más largo de lo que los entusiastas desde el principio imaginamos pero de todas formas muy atractivo.

Para todos era una novedad… y, a pesar de las quejas, no hubo nadie que no terminara disfrutándolo.

Incluso un tramito fue musicalizado por los locales:

Baixant de la font del gat,
una noia, una noia,
baixant de la font del gat,
una noia i un soldat.

Pregunteu-li com se diu:
Mar
ieta, Marieta,
pregunteu-li com se diu:
Marieta de l'ull viu.

30 de julio

miércoles, 30 de julio de 2008

La ficción siempre toma la diagonal...

Vuelvo al mar, vuelvo al veraneo convencional, y hoy me llevo hasta vianda porque tengo planeado pasarme un buen rato allí…

La playa que yo visité con más frecuencia (y a la que hoy regreso) no se caracteriza por atraer a la gente que tiene mucho tiempo para lagartear (en general, parecen personas de paso que tienen un ratito entre una actividad y otra). Pero hoy había embocado la excepción a la regla…

Mientras escribía frenética en mi libretita, un musculoso hombre de unos 34 años me pregunta en un comprensible catalán si me quedaría un rato por allí para que le mirara sus cosas (toalla perfectamente extendida, bolso verde militar y un par de zapatillas deportivas de alta gama). –Si tranquilo, no hay ningún problema.

Vi como se metía al mar y volví a mi hoja garabateada. Después de un rato, habiendo avistado en varias oportunidades sus cosas para confirmar que estaban en el mismo sitio donde las había dejado, nuevamente miré hacia el agua y ya no estaba allí… Pero apuntando hacia la línea del horizonte me pareció distinguir unos brazos que dibujaban una perfecta figura de croll.

Pues el nadador se demoró casi hora y media en regresar al campamento… y cuando llegó vio que éste había perdido posiciones, la vigía entonces tuvo que explicar que había sufrido un ataque sorpresivo del ejército de H2O que le había obligado a hacer una maniobra rápida.

Suponía que mi compromiso con la tarea merecía al menos buena predisposición para la charla, pero no, ¿qué va? Ahora, el gran deportista, con la misma disciplina, se disponía a broncear su cuerpo. ANTIPÁTICO!! (Para que vean que no todo el mundo me cae bien).

Me metí en el mar sin ninguna preocupación por mis objetos personales, nadé perrito, hice verticales y, un buen rato, la plancha. Luego esperé que se secaran mis manos y me armé un cigarrito. He practicado tanto y, llevo tan organizados los elementos para tal efecto, que ya no existen condiciones adversas (lo puedo hacer hasta caminando). Poner los filtros en la latita de pastillas calderys’, que en su momento sirvió para guardar el corazón verde que encontré en Positano y las moneditas que voy juntando para mi colección, (aunque haya perdido en romanticismo) simplificó mucho las cosas.

Seguí con mi escritura un rato más… (es que días atrás se disparó una idea loca y ahora estoy sumida en un impulso literario… No puedo decirles más porque no me da la gana!)

Me distraje con un niño que jugaba al frisbee con quien parecía ser su abuelo y era su padre… y esa fue señal suficiente para comprender que aunque me esforzara por hacer mover mi lapicera sobre el papel, nada bueno saldría. Era el momento de pasar a otra cosa y opté por el mandibuleo.

Cuando estaba cortando mi fruta, me sorprendió la voz del antipático, se despedía hasta el día siguiente… Yo respondí con un Adeu y sonreí. Nunca sabré si era un timidito o con esa acción estaba tratando de dejar las puertas abiertas para que en otra oportunidad le vuelva a cuidar sus bártulos. Pero ¿qué más da?

Después de desalinizarme y encremarme (intentando devolverle algo de tersura a mi piel) salí de mi cuarto hacia ninguna parte… Pero después de unos cuantos kilómetros de “ninguna parte”, que me hicieron desembocar casi en el mismo lugar de partida me convencí de que era hora de hacer un stop.

El lugar estaba bonito y un montadito y una caña a un euro cincuenta era una maravilla… Pero había trampa, el montadito era retentivo, lo suficientemente salado para que no alcance la bebida. Definitivamente no quería terminar como mis compañeros de barra y entonces tragué saliva dos veces, pagué y me marche rumbo a una horchatería que me había llamado la atención por la cantidad de gente que convocaba.

Me sumé a la cola para conseguir un vaso de esa bebida que ya había probado (el año pasado en Ibiza) y que no necesariamente me había gustado demasiado. Quizás pensé que el deseo numérico ameritaba que le diera una segunda oportunidad a ese tubérculo llamado chufa que le daba ese sabor tan particular. Definitivamente se trataba del mismo jarabe horrendo que solo conseguí pasar por mi garganta después de rebajarlo con abundante agua que me regaló un bebedero.

Pues, con el refresco en la mano salí en busca de la zona del Besòs, me tentó sentarme en un banco moderno, de la Barcelona moderna, a terminar mi trago y escribir lo que estaba retumbando en mi cabeza. La libretita se acabó y gracias a eso llegué hasta el parque Diagonal Mar, que con su lago y sus grandes arácnidos, me invitó a entrar.

Habiéndome tomado todo el fresco, decidí hacer la ruta del regreso. Pero me invadían ideas a borbotones a las que, evidentemente, no les costaba nada hacerme confundir el camino una y otra vez. Cuando mi cabeza ponía una pausa ficcional, después de un pensamiento en relación a mi mundo de referencia tipo “verdaderamente, hay veces que puedo ser genial, ¿cómo es que no me traje el grabador?”, aparecía una fotografía del paisaje real que no era la que esperaba. Creo que con mis tres desaciertos caminé aproximadamente 70 cuadras demás.

29 de julio

martes, 29 de julio de 2008

Viejos encantos desparramados...

Después de un desayuno-almuerzo en el pueblo nuevo, mejoré mis excursiones de compras alimentarias para confirmar que se trataba de un barrio más que interesante para habitar en él, pero que no llevaba más de unas horas conocerlo completamente.

Pues debía ampliar horizontes y me acordé que no muy lejos existía un mercadillo del que me habían hablado muy bien.

Caminando por la Diagonal llegué a la plaza Glòries Catalanes, donde se encuentra ese detestable muro circular de cemento que (bendito sea) está en deconstrucción.

No sé que es lo que encierra ese horroroso tambor pero tuve la suerte de conocer algo de lo que lo rodea. Allí, por ejemplo, se encuentra enclavada la famosa torre Agbar (esa que seguramente vieron todos los que alguna vez visitaron Barcelona después del 2005, aunque no tuvieran ni idea de cómo se llama, ni de dónde se encuentra). Yo ya la había visto varias veces, apagada y prendida, pero siempre inmensa y fálica.

Y si no vale la pena ir hasta allá para ver de cerca ese pene enorme y de a ratos colorido; si lo vale, para, siguiendo la circularidad, llegar al Els Encants Vells.

Pues ya saben mi debilidad por esos sitios donde todo está allí armónicamente desordenado… y si encuentras una maravilla, tendrás que rescatarla del caos y del interés de los que te rodean. Muebles, objetos decorativos, ropa usada, libros y curiosidades de varios ramos (todo eso que descarta otra gente en situaciones particulares). Mmmm, si yo viviera por aquí…

Volví a mi habitación un poco compungida por llevar una maleta tan pequeña... tuve que dormir un rato para que se me pasaran las penas.

Después de dos días de descanso de sol a cuerpo completo, la playa me faltaba. Y como me debía el baño salado lunar me puse la muda típica de la mañana, me colgué la llave de la habitación al cuello, dejé la cartera e hice las poquitas cuadras que me separaban de la costa. Y entonces, saldé la deuda… El pareo y la bikini quedaron en la arena viendo como la llave y yo entrábamos al mar.

28 de julio

lunes, 28 de julio de 2008

Un día de domingo…

Parece que los domingos son complicados en todos lados. Hoy mi pueblo está muerto y supongo que será igual en los próximos… Probablemente para ver un poco más de movimiento (que no sea entre el desquicio del amontonamiento de sombrillas) haya que ir a la zona vieja, al centro de la ciudad, haya que ir a jugar con Colón.

Bueno yo no jugaré con él, porque es de esos que se roban la pelota, pero al menos me acercaré a su plaza y una vez en su puerta veré que me depara el destino…

Barcelona me gusta porque es rítmica (aún los domingos), y no hablo ni de cómo suena, ni de su seguro ajetreo céntrico. Digo que es rítmica porque se achica y se agranda intempestivamente. Se abre y se cierra, es multicultural… pero debajo de su superficie puede no serlo (eso no me gusta tanto).

Por los barrios sin vida encontré algunas cosas interesantes: viejas parroquias, sets de filmación, vías de tren y muchas plazas.

En la frontera entre la zona que arde y el cinturón ecológico para los que si no, se morirían de pena, me topé por ejemplo con el Museo de la Xocolata.


Una vez adentro del caos no me sorprendí con nada nuevo, salvo con el interior de la Iglesia Santa María del Mar, por la que tantas veces había pasado sin cruzar la puerta (pero aunque fuera domingo me evité la misa).

Pues, después del regocijo espiritual, a lo que venía…

Mi primer asentamiento fue en el Golfo de Bizkaia donde pedí una clara sólo para ver de qué se trataba. Pero la verdad es que me gusta más la cerveza sin aditivos gaseosos, así que para la segunda vuelta en la Tasca el Tropezón, y acompañando la tortilla cortada en cubitos, pediría una caña convencional.

27 de julio

domingo, 27 de julio de 2008

Baños de sol…

…De mañana y de tarde; sola y acompañada; en Mar Bella, Bogatell y, lo que mi amigo Pablo llama, la Olímpica. Para más datos, esta última playa se encuentra debajo de la ballena, lo que para mi es un pez cualunque (la ballena vendría a ser yo, ja ja ja).

En el medio Xiringuito. En todo ese circuito hay muchos, yo paré en el Inercia. Coktail y música de coktail. Buen clima.

Por la noche pensaba rocanrrolear pero no me dio el cuerpo, la playa cansa... Sin embargo, no pude con mi genio y salí a merodear por la zona del Forum.

Y en el Parc del Fòrum, me topé con la gran Fiesta de EuroGames, en realidad me topé primero con un tal Robinson que muy generosamente me dejó entrar por una puerta lateral a echar un vistazo. A las pistas no fui para ahorrarme los 15 euros. Ganas de bailar verdaderamente no tenía, enganchar… allí, no iba a enganchar a nadie, lo que mejor me venía era conversar. Así que volví por el colombiano… “¿por qué no charlamo un ratio? ¿eh? Para no sentirno tan solo, ¿eh?” Y ahí me quedé haciéndole compañía en su puesto de trabajo hasta altas horas de la madrugada.

  • Vamos Zárate, carajo!!
  • …al chico del coco que volvió a aparecer.
    Por haberme reconocido y por el pedacito
    de fruto tropical,
    GRACIAS.
  • En Barcelona algunas cosas son gratis
    y el coquero de “pobre” no tenía nada.
    mensajitos dirigidos.
26 de julio

sábado, 26 de julio de 2008

Pretendiendo que mi próximo desnudo muestre menos partes blancas en la piel…

Me levanté bastante tarde y bajé a la playa consciente de que pronto sería la peor hora para ponerse al sol. Sin embargo, eso es algo que no me está preocupando en estos tiempos porque ya estoy bastante oscurita. En todo caso, el problema lo tendrían mis partes pudendas. Libérate mujer que no hay nada más lindo que bañarse en pelotas… y entonces seguí el ejemplo de mis compañeros de arena y me quité toda la ropa para meterme al mar.

El calor era insoportable y la temperatura del agua estaba preciosa. Pero el socorrista había clavado la bandera amarilla y, yo que no suelo darle importancia a esas cosas porque me considero una buena nadadora, esta vez me impacienté. La señal de atención también se escuchaba por altavoces en todos los idiomas: había medusas, mis viejas amigas las aguas vivas que tanto me han hecho sufrir cuando era niña, en los veraneos en Monte Hermoso y también en los Estados Unidos, en una escapadita que, como muchas familias argentinas, hicimos en la época de Martínez de Hoz, puaj. Serían realmente unos cuantos animalitos los que llegaban a la costa junto con la basura porque pude divisarlos con mis propios ojos. Pues, por lo menos por el momento, se acababa la fiesta del chapuzón para mí (increíblemente había un barquito haciendo limpieza… y más tarde verificaría que no estaban allí de pura pinta).

Me quedaba dedicarle el tiempo al bronceado, pero para eso me puse la bombachita nuevamente y no precisamente por pudor. A mi las marquitas del sol me parecen atractivas, definitivamente creo que el contraste de colores en la piel puede resultar muy erótico.

El tiempo en la Mar Bella pasaba rápido… mucho para ver. Esa tarde, los italianos del Gruppo Pesce (seguramente practicando para EuroGames Barcelona 2008) montaron un bonito espectáculo de coreografías acuáticas. Otro showcito gratuito fue el de un catalán malhumorado porque un paki le robaba su sombra, acomodándose debajo de su sombrilla, para proteger del sol la cocafantaguabeer.

Después de unas cuantas horas de linda pachorra en la beach, con las tetitas coloradas, levanté campamento. Antes de llegar a mi morada di unas vueltas por el barrio para comprar provisiones. Baño, crema, alimentación y una brevísima siesta antes de volver a la calle.

Tomé el metro en dirección noroeste para llegar al bonito y bohemio barrio de Gràcia. Recorrí el territorio pasando por las plazas más importantes y todas estaban atestadas de gente tomando copas y charlando. La de la Virreina es la que a mi más me gustó, la de la Revolución, como casi siempre, un cuadrado apto para recibir grandes concentraciones pero poco interesante sin manifestación y la del Sol, simpática. Yo, sin embargo, decidí hacer mi primera parada un poquito más allá, sobre el carrer Sant Joaquim, en el Bar las Violetas. Un verdadero bodegón con una sala contigua donde se puede jugar al metegol o al billar. Empezaba con la cervecita bastante temprano.

Después seguí mi camino por el Paseo de Gracia, donde se encuentran dos de las tantas obras arquitectónicas de Gaudí (un señor emblema en Barcelona), la casa Batló y la casa Milá, más conocida como “La Pedrera”. Y siempre derecho, con gracia, llegué al Portal del Ángel, pasaje de entrada a un laberinto de los mil demonios que habitan la Ciudad Vieja, el Gótico y el Raval. Hacia este último barrio me dirigí una vez más…

Encontré el Elisabets (tu bar, prima) y allí me tomé mi segunda caña. (No busqué tu casa porque me faltaban datos, pero pasé por tu calle, la de la Luna.) Y en Güifré, entre La Luna y Juan Costa, encontré un corazón luminoso que titila… y aunque no soy una romántica me gustó pensar que se trataba del corazón del barrio y que lo que hace no es titilar sino palpitar.

Y de regreso, tomando por callecitas por las que todavía no había andado una nueva sorpresa para un buen final del día: Musica als Parcs. Por Pujades, a mi derecha el parque de la Ciudadella… me alcanzó con girar un poco la cabeza para divisar a la gente reunida y ¿por qué no entrar? En una glorieta, justo enfrente de la cascada, tocaba Marcelo Güeblón Quartet. Como tantos, me acomodé en el césped al lado de velitas que había portado gente linda. Pues los grupos reciben bien a los que andan solos y hasta me convidaron con galletas de anís y cerveza, un excelente acompañamiento para escuchar Jazz del bueno.


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25 de julio

viernes, 25 de julio de 2008

Regresando a Barcelona...

Por primera vez toda la casa se levantó más o menos a la misma hora, mi tren rumbo a Latour de Carol salía tempranito. Desayunamos todos juntos, salvo Julia que se había prendido a la teta un rato antes. Me despedí sin grandes efusividades porque existen posibilidades de que el viento nos vuelta a juntar muy pronto y porque así es más fácil.

La linda vista de los Pirineos se repite pero la serenidad de los días toulousanos permitieron que esta vez viaje con planes hasta el 12 de agosto, día en el que comenzará mi segunda experiencia en África.

Los trenes franceses una delicia, confort y servicio, hasta mi ordenador iba contento enchufado a un toma corriente. Luego cambiar al bus que chillaba por el gran esfuerzo de la subida. Digamos que no era el único, un niño peruano le hacía la competencia. Todo el pasaje suponía que estaba enfermo o mareado porque no paró en todo el camino. A estos ruidos, se sumó primero el lindo ring ring de un celular (pero si es que aquí existen aparatos modernos que suenan como los artefactos más viejos, qué bueno!!), pero entonces otro más vanidoso irrumpió con su original sonido, un chiflido de mujer seguido de un gritito de taxi (si es que aquí los ringtones de los móviles son una pasada).

Se supone que en Ribes de Freser, antes de subirnos al tren que nos llevaría hasta Barcelona, tendríamos tiempo de tomarnos un café y fumarnos un cigarrillito pero unas vacas apostadas en el camino hicieron que nos demoráramos bastante más de lo planeado.

Me bajé del convoy en Arc de Triomf y aunque tenía la entrada del metro que debía coger a pasitos, subí mogollón de escalones porque me moría de ganas de hacer pis. Salí a la superficie toda transpirada, BCN ardía.

Entontes fue allí que después de mear me tomé el café. Llegué a la habitación alquilada desde el sensacional portal de Loquo (todo un hallazgo) a las cinco y pico. Me adentré en el Pople Nou sin ninguna dificultad, es un barrio cercano al mar, la primera sensación es buena, hay algo de movimiento pero a la vez es tranquilo… creo que me va a gustar. La morada amplia, luminosa, con conexión a Internet y con acceso a una cocina y un baño modernos.

Como el viaje fue largo me tomé la tarde para descansar, acomodarme, escuchar (o leer) las nuevas buenas de Argentina y seguir el culebrón brasilero. Sólo salí a hacer algunas compras para que el estante que me correspondía en la heladera no estuviera tan vacío.

Volví a salir un poco después de las diez de la noche pero esta vez no volvería enseguida. El plan de recorrido se armó velozmente en mi cabeza mientras bajaba solo un piso por la escalera (esa es una excelente particularidad para los departamentos económicos en BCN). Llegaría hasta Barceloneta caminando por la costa, luego me perdería por el barrio de pescadores (¿?) para dar con un lindo lugarcito donde tomar una caña y volver. Misión cumplida y más.

El paseo de noche y bordeando el mar fue extraordinario. En el trayecto de ida encontré unas cuantas instantáneas dignas de mención: cada uno de los chiringuitos montados sobre la arena con sus luces verdes apuntando a las plantas que los circundan y sus correspondientes parafernalias (dj’s en vivo, pantallas gigantes, tragos multicolores…); un grupo de jóvenes adultos que bajaron a la playa nocturna con heladerita, mesita, sillas y velas; un muchacho malabarista practicando figuras de fuego con los pies; un edificio circular que explotaba de música; y la mesa de pin pon de la plaza Poeta Bosca ocupada por dos apasionados competidores. Después a elegir unos de los bares para tomarme una cervecita. Juro prima que no llevaba mapa, ni tus indicaciones, pero hoy me di cuenta que caí en el mismo sitio que me habías apuntado… se llama Jai-Ca y de verdad que estuvo muy bien, y repletísimo de gente.

Ya de regreso a casa, volví a pasar por el coloso desde donde se oía gente de fiesta, crucé la calle, me acerqué y tras las rejas vi a un conjunto de gente que se la estaba pasando muy bien. Rodeé el lugar hasta encontrar la entrada y me metí. En un segundo pensé: “Seguramente se trate de una fiesta privada y el personal de seguridad está para hacérselo saber a los entrometidos”. Y entonces actué en consecuencia… la misma estrategia que usaba cuando iba en el Peugeot azul al que no le funcionaban las luces, le faltaba la patente trasera (y no sigo porque los desperfectos del rodado eran muchos), si veía un puesto policial, bajaba la velocidad, me acercaba al cabo más accesible y preguntaba como hacía para tomar tal o cual calle. En esta oportunidad, encaré al uniformado más atractivo y antes de que dijera nada, pregunté: “Hola, solo por curiosidad ¿de qué se trata?”. Me sorprendió con un “¿De dónde eres?” a lo que respondí “Argentina”. “Ah, me parecía, yo también”.

Pues, el niño, muy guapo de veras, me contó que acababa de terminar un campeonato de voley y que se la estaban montando, que definitivamente era una fiesta privada, pero que iba a dejarme pasar de todas formas. Así fue como terminé bailando en patas en el Parc Recerca Biomèdica de Barcelona, un prestigioso centro científico de Catalunya.

Cuando salí de allí, no se muy bien de donde venían, pero en el cielo se veían fuegos artificiales. Una noche especial y llena de coincidencias.



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24 de julio

jueves, 24 de julio de 2008

El último día de estar como en casa y en familia…

Pues eso ¿que más? Escuchar los rumores de la cotidianidad de los que quiero en vivo y en directo, con el aporte extraordinario de una pequeñita angelical que aprende a hacer cositas nuevas a cada rato y todos contentos. Salvo cuando llora (y juro que llora muy poco), pero los papás son primerizos y se les llena el corazón de agujeritos con cada lágrima (se irán acostumbrando, creo).

Por lo demás, un día tranquilísimo… lo necesitaba. Despertar sin apuros, ducharme sin prisa y dedicarle algo de tiempo a las artes depilatorias (suena feo, lo sé, pero mucho más feo es el resultado de las demoras en esta materia cuando uno anda de viaje). Hurgar en la web sobre los próximos destinos y disfrutar de una conexión óptima porque llega cariño también del más allá. (Vieja, con vos no tuve mucha suerte, pero esta vez la responsabilidad no era de esta parte. Te imagino puteando a las maquinitas que atienden los reclamos de los usuarios de Arnet. Paciencia… ya vendrán tiempos mejores.)

El paseo del día de la fecha fue breve, llegamos hasta la tienda de congelados, para tener nuestra cena Picard. Abrir cajitas, meter los contenidos dentro del horno (que tiene que estar encendido y con la temperatura adecuada) y esperar exactamente la cantidad de minutos que indica cada cartón. Muy fácil y sin ensuciar demasiado bocaditos para el aperitivo y primer plato.

Todo eso acompañado con un Château les Grauzils, cosecha 2005, que duró hasta los quesos. Para los que no saben los franceses comen el queso después del plato fuerte. A mi me daba lo mismo antes o después, pero la panzada, el día de la despedida, me la iba a dar de cualquier forma. Paso a enumerar los componentes de la degustación con el telón de fondo de tinto y pan: camembert Lanquetot, Caprice des diex, Crottin de chavignol y Brique. Ninguno más rico que el otro, todos bien diferentes y deliciosos.

El broche de oro de la noche: cuatro nuevas esperanzas de acrecentar con emoción mi colección de monedas. Uno de los mejores obsequios que se me pueden hacer. Un lindo gesto de Jérôme. Merci bien!

Mensajito personalizado:
Gracias a los tres por haberme recibido tan cálidamente en su hogar.

No se si viene a cuento,
pero algún punto de contacto hizo que recuerde esta vieja publicidad.
La volví a ver y una vez más me hizo reír…
por eso la comparto.

23 de julio

miércoles, 23 de julio de 2008

Una vez más despierto en Toulouse…

Día tranquilo… por la mañana cafecito y cigarrillo en el Boulevard de Strasbourg, un ratito para curiosear el mapa de la ciudad y mirar a la gente pasar. De almuerzo, bifecitos de canard con guarnición de arroz (la carne de pato es muy popular por estas tierras).

A la hora de la siesta un primer paseito con Mariu y Julia… tres mujeres visitando tiendas con estilo toulousano. Le dedicamos especial atención, y algo más de tiempo, a un local de ropa usada muy alternativo en cuanto a concepto y estética. Otra perlita, la boutique del café gourmet… Mon Dieu, el negocito que se montó Nestlé con Nespresso! Doce variedades de cafés dosificados en llamativas cápsulas de colores para utilizar en tu cafetera top, el sistema es rápido y limpito, pero también bastante caro. No se como funcionará en otros lados, pero al menos aquí, salir a por la reposición de tus descafeinados o strettos implica meterte en una tienda muy chic, que te conviden un cafecito, también algún chocolatito y que si tenés ganas puedas jugar al gran catador (ojo que si llegaras a estornudar oliendo maderitas perderías todo el glamour).

...definitivamente es así en todos lados.

Más tarde una salida de compras en solitario con misión coca light, pan y algunas cosas ricas para el apéro (aperitivo). Con la última luz del día y con objetivo vino tinto otra ronda en la que ya se sumaba Jérôme.

De vuelta en el hogar, Mariu comenzó la preparación de un rico soufflé de queso. Mientras tanto, yo me encargaba de las tostadas con queso blanco y salmón, el hombre de la casa de los tragos y la bebé durmiendo...

Nos sentamos a la mesa con un Marquis de Prada, cosecha 2004 y entonces empezó a rodar Sex and the City en el “muchas pulgadas” de la sala.

La película en su idioma original y sin subtítulos... pero sinceramente no creo que esa sea la razón de mi conclusión crítica… malísima! Claro que tuvo su mérito… nos tomamos unos ricos Cosmopolitan.

El Trago
-4 partes de Vodka
-2 partes de Triple Sec
-1 parte de jugo
de arándanos
-1 parte de jugo de lima (opcional).


22 de Julio

martes, 22 de julio de 2008

Los cinco meses de Julia…

La primera salida del día fue para acompañar a Mariu a buscar a Julia a la casa de su nounou (así se las llama en Francia a las mujeres profesionales en el arte de cuidar a los niños). La pequeña está en su etapa de adaptación y aunque fuera su cumplemes no faltó a la cita.

Ya en compañía de la bebé, paramos en un café donde encontramos a un amigo, otro padre novato. Como en su caso, es él mismo el que cuida del recién llegado a la familia se habló de los pormenores de la crianza, pero también de otras cuestiones… yo contenta de poder seguir la conversación e incluso de meter algún que otro bocadillo. Esto es para contarles que con el francés vengo de mil maravillas (no debería dejar de practicarlo).

Continuamos el paseo comprando regalos para la homenajeada, aunque mamá y tía también ligaron.

Volvimos a la casa para almorzar. Por la tarde sería yo la que llevaría a Julia muy pegadita al cuerpo. El portabebé de tela es cómodo porque no hace pesada la carga y te quedan los dos brazos libres, pero además ofrece una imagen tierna y eso se comprueba fácilmente, todo el mundo te sonríe.

Imagínense lo práctico que será este invento que pude hasta probar el fruto de la pasión con Julia a mi cargo. Ay, los helados de Pépé Luis, me pedí un cucurucho con dos bolas un gusto ya lo anticipé, el otro era caramel bonbon.

De regreso cantamos canciones de María Elena Walsh. Empecé por El Twist del Mono Liso…

¿Saben saben lo que hizo
el famoso Mono Liso?
A la orilla de una zanja
cazó viva una naranja.

¡Qué coraje, qué valor!
Aunque se olvidó el cuchillo
en el dulce de membrillo
la cazó con tenedor.

La naranja se pasea
de la sala al comedor.
Y no me tires con cuchillo
tírame con tenedor.

A la hora de la cena
la naranja le dio pena
fue tan bueno el Mono Liso
que de postre no la quiso.

El valiente cazador
ordenó a su comitiva
que se la guardaran viva
en el refrigerador.

La naranja se pasea…

Mono Liso en la cocina
con una paciencia china
la domaba día a día,
y la naranja no aprendía.

Mono Liso con rigor
al fin la empujó un poquito
y dio su primer pasito
la naranja sin error

La naranja se pasea…

La naranja, Mono Liso,
la mostraba por el piso,
otras veces, de visita,
la llevaba en su jaulita.

Pero un día entró un ladrón,
y se imaginan lo que hizo,
el valiente Mono Liso dijo:
"Ay, qué papelón".

La naranja se pasea…

A la corte del Rey Momo
fue a quejarse por el robo,
mentiroso, el rey promete
que la tiene el gran bonete.

Porque sí, con frene sí
de repente dice el mono:
"Allí está detrás del trono
la naranja que perdí".

La naranja se pasea…

Y la reina sin permiso
al valiente Mono Liso
escondió en una sopera
la naranja paseandera.

Mono Liso la salvó
pero a fuerza de tapioca
la naranja estaba loca
y este cuento se acabó.

La naranja se pasea…


…mi preferida cuando niña.

Completé todo el disco del “Reino del revés” y repetí La reina batata…

Estaba la Reina Batata
Sentada en un plato de plata
El cocinero la miró
y la Reina se abatató.

La Reina temblaba de miedo
el cocinero con el dedo
-que no, que sí, que sí, que no-
de mal humor la amenazó.

Pensaba la Reina Batata:
-ahora me pincha y me mata-.
Y el cocinero murmuró,
con esta sí me quedo yo.

La Reina vio por el rabillo
que estaba afilando el cuchillo.
Y tanto, tanto se asustó
que rodó al suelo y se escondió.

Entonces llegó de la plaza
la nena menor de la casa.
Cuando buscaba su yo-yo
en un rincón la descubrió.

La nena en un trono de lata
la puso a la Reina Batata.
Colita verde le brotó...
(a la Reina batata, a la nena: no)

Y esta canción se terminó.


En la actualidad, es esta la que más me gusta (y juro que no tiene nada que ver con los episodios de la política argentina del momento).

21 de julio

lunes, 21 de julio de 2008

Paseo dominical acordándome de los amigos…

Costó aventurarnos al afuera, es que son muchas las cosas que no se deben olvidar cuando uno lleva consigo una criatura...

Empezamos en el mercado típico de los domingos, unas cuantas vueltitas... (y más, esperando a Mariu que debía reparar un olvido y regresar con el bloqueador solar). A Jérôme y a mi nos faltaba algo también y lo reclamamos, al final el desayuno llegó. Tarde pero de ley, con panecillo caliente y todo.

Volveríamos a la casa no para almorzar (bueno, alguito saldría del refrigerador). Pero, hacer la siesta, una fija (para mi sólo vuelta y vuelta). Luego, el primer biberón de agua de Julia

...y otra vez a la calle con la experiencia poussette

(...De cómo engañar a un niño para que vaya contento en su carrito y no chille haciendo saber que prefiere los brazos de sus padres).

En una curva y al lado del cordón, Jérôme encontró unos anteojos de sol preciosos, que ahora son los míos. Ya me puedo desasociar del club de fans de La Mosca, las gafas que me habían regalado en Túnez las descartaría días después en una estación de metro en Barcelona, en realidad fue un regalo muy noble… (pero, eso pertenece al futuro).

Cenamos en un lindo restaurante, L’ane qui tousse ofrecía buenas fórmulas y cada uno pidió la suya. El vino, sólo pasable.

La noche me pilló sin papel para armar… y tuve que gastarme cinco euros cincuenta para el vicio, lo único bueno es que gracias a eso conocí una taberna bastante cojonuda.

Mientras tanto, en la Argentina una nueva hora comienza... Estarán festejando... Pues, FELIZ DíA!!

20 de julio

domingo, 20 de julio de 2008

Todo por llegar a La Tour de Carol... ¿Y esa quién es?

De los 407 alberguistas, por decir, fui la primera en desayunar… Es que tenía que tomar un tren y, antes, comprar el billete que me permitiera hacerlo. Llegué a tiempo para las dos cosas y para enterarme en la taquilla que el día anterior no me lo habían dicho todo. Se olvidaron de decirme, por ejemplo, que en dirección a La Tour de Carol había un tramo en reparación y que, más o menos a mitad de camino, había que cambiar a un bus.

Hasta allí nada demasiado problemático… pero siempre hay un punto negro en estas historias de trayectos, ¿se puede confiar en el horario de arribo legal de un autobús? (quiero decir, ¿cuántas posibilidades existen para que el horario anunciado por la compañía no coincida con la hora de llegada real?) Aún cumpliéndose el presagio, el tiempo disponible para hacer el siguiente trasbordo (cambiando a ferrocarriles franceses) era realmente escaso (14 minutos)… o demasiado holgado (cuatro horas y media). Había que rezar.

El convoy tenía las mismas características que el que me llevó a Sitges, cercanías, le dicen, nosotros le llamaríamos lechero porque para en todos los pueblos. De todas formas, tuve un viaje apacible y con algún que otro intercambio de palabras con una española sureña. Lo que sé de ella es que se instalaría en la montaña catalana para ganar algo de pasta aprovechando la temporada (o ¿me lo habré inventado? Pero, ¿para qué inventarme un dato tan banal? Y si es banal, entonces aunque sea cierto, ¿para qué lo escribo? En fin... espero que le vaya bien!).

Cuando llevaba siete minutos sentada en la butaca del bus (que había elegido porque creía que era desde donde vería mejor el paisaje) y en mi ventana seguía encuadrada la vieja estación de Ribes de Freser supe que el punto negro se empezaba a ensanchar.

El problema tenía nombre de perro y de dueña de perro que no concebía que su cachorro viajara en la baulera. Con intervención de supervisor (lo dice el reglamento) y todo ese rollo empezaron a pasar los minutos de ventaja.

Al fin arrancamos… pero no habíamos hecho más de unos cuantos kilómetros cuando me di cuenta de que, como siempre, había elegido mal el asiento (los bellísimos paisajes empezaban a aparecer y lo hacían por el lado contrario al que yo estaba) pero además, que cuanto más linda era la vista (más montañosa), más le costaba al bólido seguir andando.

La otra cuestión que hacía peligrar nuestro arribo en tiempo y forma era que existían tres paradas previas y en el caso de que hubiera gente para bajar en cada una de ellas, el descenso de pasajeros y la extracción del equipaje (o perro) de las bauleras, harían que nos demoráramos cada vez más.

Yo, que ya a esta altura, me había desplazado hacia la banda izquierda para verlo todo mejor, logré concentrarme en los techos negros, los bosques de pinos y una carretera que zigzagueaba más abajo… pero el regocijo de contemplar los Pirineos se terminó cuando empecé a percibir la ansiedad de otra pasajera.

Y claro, faltaban veinte minutos para la hora señalada y no nos daban los números. Cuando sólo quedábamos cinco en el bus, Natalie (una francesa que había vivido dos años en España), un mexicano y otra francesa que viajaba con un menor, empezamos a planear la estrategia a realizar si llegábamos justo en el último segundo. El chofer ya estaba amenazado: -Como no te apures te quedarás con nosotros jugando a los naipes hasta las cuatro y media de la tarde. –Voy a tomar un atajo y llegaremos, lo prometo. -Yo que domino las dos lenguas correré para que sepan que hemos llegado, tu y tu se encargan del equipaje y tu… con tu hijo ¿no? Que como se nos pierda, si que la cagamos. Por los billetes tendrán que entender… lo importante es subir, después le daremos pelea, yo les echo una mano, si después de todo yo tampoco tendré tiempo para marcarlo. Faltó el uno para todos y todos para uno. ¿Qué somos? Ganadores!!

Fuimos un equipo extraordinario… logramos pillar el bendito tren y el guardia ni siquiera especuló con la posibilidad de multarnos (se me ocurre que pensó que ya habíamos sufrido demasiado).

Después del ajetreo, el segundo tramo fue especialmente confortable, Natalie compartió su almuerzo conmigo y me alertó de la parada que nos daba el tiempo para fumarnos un cigarrillo; además, las ventanillas se habían convertido en ventanales que lo dejaban ver todo desde cualquier lado. Llegamos a Toulouse Matabiau a las tres y media de la tarde.

Un rato después estaba viendo fotos y conversando sobre la vida en familia. Cuando nos dimos cuenta que no era necesario contárnoslo todo el primer día, salimos a dar un paseito por la ciudad rosa.

Las primeras cuadras me confundieron un poco… los puntos de interés fueron el lugar de las mejores empanadas, la tienda donde se consigue yerba y… -Basta, prima!! No me hice tantos quilómetros para jugar a que estoy en San Telmo). Seguimos hablando en castellano pero, al menos, “a la izquierda…” y “a la derecha…” empezaron a aparecer la place du Capitole, le fleuve La Garonne, le pont Saint-Michel

Por último el Monoprix, allí compraríamos todo lo necesario para seguir de charla pero con el estómago lleno y la garganta húmeda.

La bebida que protagonizó el brindis de bienvenida fue la caipirinha, sin embargo eso no lo objeté.

19 de julio

sábado, 19 de julio de 2008

Hoy me trepé al Güell…

Me había propuesto hacer otro día verde. Sabía que el Parque Güell merecía una intensa caminata, así que para no abusar me fui hasta la base del monte Turó del Carmel aprovechando el pase de metro (al que le quedaban varios viajes todavía) que me había regalado un cubano. De camino compré algunos alimentos para poder hacer mi almuerzo al aire libre sin tener que gastar dinero innecesario en los puestos de los centros de atracciones turísticas.

Después de emocionarme, divagar y enloquecer intentando darme paso por el área monumental sin poder sacarle una foto decente a la famosa salamandra, después de conseguir las mejores panorámicas de la villa desde el teatro griego, después de terminar el cigarrillo que fumé apoyada en una de las 86 columnas dóricas de la sala Hipóstila escuchando al violinista que aprovechaba de la buena acústica, después de todo aquello, evadiendo el chiringuito antes mencionado, continué el ascenso buscando la sombra de algún árbol para poder hincarle el diente a mis turrones.

Buscando un árbol encontré los viaductos y la Casa-Museu Gaudí, claro que había dejado muchos árboles atrás, entonces volví a por uno de ellos…

Y allí encaramada (más allá de donde se animaba la horda de turistas a la pesquisa de las fotos que prueben que están en el parque Güell y no en otro cualquier) cansada y pacífica escucho el ring de mi celular que consigue romper con el sonoro silencio que había logrado encontrar (buscando solamente un árbol).

Pero el objeto repulsivo, no contento con sonar, era portador de una mala noticia. Mi plan de viajar a Toulouse compartiendo gastos con una española que tenía su propio vehículo quedaba abortado y urgía encontrar un plan sustituto. La recreación en el parque sería más corta de lo que había imaginado.

Comí en calma pero no me tomé demasiado tiempo para la digestión y comencé el descenso. La segunda curva escondía a la responsable de estar escuchando una bella canción. Me deslicé más lento para engañar al apuro y disfrutar de ese momento casi mágico en el cual una melodía irrumpe sin que importe de donde viene. Un giro de 180 grados del cuerpo y un camino menos sinuoso revelaba el misterio. Había sido tan bueno, tan bueno el efecto que destiné unas monedas a esa revelación. Luego seguí mi camino pensando en resolver mis problemas de transportación y cruce de fronteras.

Me tocó internarme en la atestada Estación Santz, despistarme con la cantidad de colas posibles para comprar mi billete, verificar que en los países del primer mundo también hay paros ferroviarios y máquinas expendedoras (no importa de qué) que no funcionan. Finalmente conseguí que me dieran la información que estaba buscando (horarios, combinaciones, trasbordos), pero para hacerme de un pasaje que me llevara a La Tour de Carol tendría que esperar hasta la mañana siguiente.

Pues, como fuera, ese era mi día de despedida y en mis últimas horas barcelonesas el que me acompañaría sería Eduardo, aquel actor chileno que me ayudó a agrandar mi magro guardarropas. Habíamos quedado en encontrarnos en un punto no muy preciso de la Rambla, en realidad, las que no habían sido precisas eran las indicaciones y entonces decidí estrenar modelito para colaborar un poco con la situación de avistamiento.

Caminando por allí nos topamos con una feria de plaza y tuvimos la suerte de hacer una humilde degustación de quesos. Pero esos pequeños trocitos deliciosos lo que hicieron fue abrirnos el apetito, así que buscamos mesa en la terraza del Hogar Extremeño, escondida en el 4 del Portal del Ángel, y le entramos a la cerveza y a las patatas bravas.

Con un poco más de información sobre la pedagogía Lecoq en el mundillo del teatro, me dejé arrastrar para la zona del MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) y de entre todos los bares del Carrer Joaquín Costa entramos en la Casa Almirall para seguir conversando y bebiendo hasta bien entrada la noche.

18 de julio

viernes, 18 de julio de 2008

Montjuïc vuelta y vuelta…

Hasta la estación de metro Liceu, había que caminar dos cuadras; para saludarlo a Omar y descubrir cuál era de todas las estatuas vivientes que había visto tantas veces en la Rambla, sólo cien metros más… no me iba a perder esa oportunidad!!

Después de la sorpresa floripondia, hacer la ruta subterránea para desembocar en la Plaza Espanya, tomar la Avenida Reina María Cristina con todo el monumental edificio del Palau Nacional al frente y desilusionarme un poco porque la Font Màgic, en ese momento no estaba tan mágica.

Lindas vistas hasta llegar al Poble Espanyol y una vez adentro también muy bonito. Esta maravilla construida con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 tiene su sitio Web y hasta donde pude ver es muy digno, así que me evito los comentarios, en todo caso hagan click.

Por ocho euros te sacás las ganas de tomar fotos de edificios típicos, ver artesanos trabajando en objetos decorativos de buen gusto y entrar al Museo de la Fundación Fran Laurel que en esta época está exponiendo, además de su colección permanente, la muestra “Los desastres de la Guerra” de Goya. Pues, lo único que no estuvo incluido en el precio de la entrada fue el rico café que me tomé en la Casa Siurana (Morella, Castellón) donde funciona un barcito atendido por un simpático peruano.

Después del descanso, seguí mi ruta. Próximo destino el Teatro Griego, empezaba a subir la cuesta entre cuidados jardines…

Salí de allí con un espíritu aventurero que me animaba a subir el monte en busca del Castillo, pero antes de encontrarlo (y creo que en honor al ánimo deportivo de la fecha) me topé con el Palau Sant Jordi y todas las instalaciones construidas para los Juegos Olímpicos de 1992.

Atravesando kilómetros de naturaleza en la soledad más pura, llegué por fin a lo más alto, lástima que no había princesa para rescatar. Me repuse del exceso de caminata tomando agüita fresca de un bebedero, contemplando el puerto desde el mirador y comiendo un sándwich vegetariano en un típico chiringuito de zona turística.



Para el descenso opté por el funicular, que además tenía el beneficio de empalmar con el metro. Realmente estaba cansada.


Cené en el barrio chino y mientras comía mi lasagna, un marroquí me recomendaba las ciudades que no debía dejar de visitar si iba a su país de origen.

17 de julio