... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

lunes, 14 de julio de 2008

Un día conversado...

Muy cerquita de mi morada encontré el lugar ideal para hacer mis próximos desayunos. Después me enteraría de que existía una cadena de Bracafé y probablemente si lo hubiera sabido de antemano no hubiera entrado pero este era muy especial porque lo atendía una persona muy especial. El hombre de las mil sonrisas lideraba la barra. Ramón tenía un entusiasmo de acero, era generoso en su buen trato con todo el mundo, amigable con los camareros, los proveedores y la clientela, soy una buena testigo para todos los casos.
El piropo que me ancló en el taburete fue el primero de los quinientos que escuché sentada en el mismo sitio, aunque no fueran todos dirigidos hacia mi. Lo bueno del asunto es que no hacía distinciones, a todas las damas las veía guapas y a todos los caballeros camaradas. Hacía marchar los variadísimos pedidos de la gente con rapidez y le sobraba tiempo para entablar conversaciones con cada uno. Un tipo al que le gustaba su trabajo.

Me fui de allí casi sin ganas pero, había planeado dedicarle la mañana (y hasta las tres de la tarde, hora en que había quedado en almorzar con Isaac), a curiosear entre las rebajas de verano hasta dar con algunos trapos acordes con el nuevo clima y la nueva talla de la que les habla.

Así fue como me interné en la zona de los Pere´s, hasta que en Sant Pere més Alt di con una tienda con verdaderos saldos que no era de chinos. Un vestido y dos faldas a 18 euros era realmente una ganga y por el mismo precio una simpática charla con un chileno con el que intercambiamos teléfonos para continuarla en un mejor escenario.

La jornada se presentaba de puro intercambio de ideas y lo único que se modificaría en el almuerzo era el interlocutor. Los desvaríos sobre los cambios de ánimo, las cosas raras de la vida, las fatigas laborales y las recompensas de los viajes continuaron incluso a hasta el cafecito que decidimos tomar en otra locación.

Quizás para no romper con esta racha que me venía bien, no me animé a concluir el encuentro hasta no haber confirmado que me esperaba Pablito con unos mates para seguir dándole a la lengua.

Después de varias rondas, y cuando ya se había sumado Ofelia al equipo, decidimos terminar con la veta nostálgica y bajar hasta la Rambla del Raval para cambiar del amargo caliente al frío. Me despedí de la peña al quinto brindis y para no traicionar lo que había sido la consigna del día, la caminata nocturna la hice hablando conmigo misma.

14 de julio

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