Muy cerquita de mi morada encontré el lugar ideal para hacer mis próximos desayunos. Después me enteraría de que existía una cadena de Bracafé y probablemente si lo hubiera sabido de antemano no hubiera entrado pero este era muy especial porque lo atendía una persona muy especial. El hombre de las mil sonrisas lideraba
Me fui de allí casi sin ganas pero, había planeado dedicarle la mañana (y hasta las tres de la tarde, hora en que había quedado en almorzar con Isaac), a curiosear entre las rebajas de verano hasta dar con algunos trapos acordes con el nuevo clima y la nueva talla de la que les habla.
Así fue como me interné en la zona de los Pere´s, hasta que en Sant Pere més Alt di con una tienda con verdaderos saldos que no era de chinos. Un vestido y dos faldas a 18 euros era realmente una ganga y por el mismo precio una simpática charla con un chileno con el que intercambiamos teléfonos para continuarla en un mejor escenario.
La jornada se presentaba de puro intercambio de ideas y lo único que se modificaría en el almuerzo era el interlocutor. Los desvaríos sobre los cambios de ánimo, las cosas raras de la vida, las fatigas laborales y las recompensas de los viajes continuaron incluso a hasta el cafecito que decidimos tomar en otra locación.
Quizás para no romper con esta racha que me venía bien, no me animé a concluir el encuentro hasta no haber confirmado que me esperaba Pablito con unos mates para seguir dándole a la lengua.
14 de julio
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