... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

miércoles, 30 de julio de 2008

La ficción siempre toma la diagonal...

Vuelvo al mar, vuelvo al veraneo convencional, y hoy me llevo hasta vianda porque tengo planeado pasarme un buen rato allí…

La playa que yo visité con más frecuencia (y a la que hoy regreso) no se caracteriza por atraer a la gente que tiene mucho tiempo para lagartear (en general, parecen personas de paso que tienen un ratito entre una actividad y otra). Pero hoy había embocado la excepción a la regla…

Mientras escribía frenética en mi libretita, un musculoso hombre de unos 34 años me pregunta en un comprensible catalán si me quedaría un rato por allí para que le mirara sus cosas (toalla perfectamente extendida, bolso verde militar y un par de zapatillas deportivas de alta gama). –Si tranquilo, no hay ningún problema.

Vi como se metía al mar y volví a mi hoja garabateada. Después de un rato, habiendo avistado en varias oportunidades sus cosas para confirmar que estaban en el mismo sitio donde las había dejado, nuevamente miré hacia el agua y ya no estaba allí… Pero apuntando hacia la línea del horizonte me pareció distinguir unos brazos que dibujaban una perfecta figura de croll.

Pues el nadador se demoró casi hora y media en regresar al campamento… y cuando llegó vio que éste había perdido posiciones, la vigía entonces tuvo que explicar que había sufrido un ataque sorpresivo del ejército de H2O que le había obligado a hacer una maniobra rápida.

Suponía que mi compromiso con la tarea merecía al menos buena predisposición para la charla, pero no, ¿qué va? Ahora, el gran deportista, con la misma disciplina, se disponía a broncear su cuerpo. ANTIPÁTICO!! (Para que vean que no todo el mundo me cae bien).

Me metí en el mar sin ninguna preocupación por mis objetos personales, nadé perrito, hice verticales y, un buen rato, la plancha. Luego esperé que se secaran mis manos y me armé un cigarrito. He practicado tanto y, llevo tan organizados los elementos para tal efecto, que ya no existen condiciones adversas (lo puedo hacer hasta caminando). Poner los filtros en la latita de pastillas calderys’, que en su momento sirvió para guardar el corazón verde que encontré en Positano y las moneditas que voy juntando para mi colección, (aunque haya perdido en romanticismo) simplificó mucho las cosas.

Seguí con mi escritura un rato más… (es que días atrás se disparó una idea loca y ahora estoy sumida en un impulso literario… No puedo decirles más porque no me da la gana!)

Me distraje con un niño que jugaba al frisbee con quien parecía ser su abuelo y era su padre… y esa fue señal suficiente para comprender que aunque me esforzara por hacer mover mi lapicera sobre el papel, nada bueno saldría. Era el momento de pasar a otra cosa y opté por el mandibuleo.

Cuando estaba cortando mi fruta, me sorprendió la voz del antipático, se despedía hasta el día siguiente… Yo respondí con un Adeu y sonreí. Nunca sabré si era un timidito o con esa acción estaba tratando de dejar las puertas abiertas para que en otra oportunidad le vuelva a cuidar sus bártulos. Pero ¿qué más da?

Después de desalinizarme y encremarme (intentando devolverle algo de tersura a mi piel) salí de mi cuarto hacia ninguna parte… Pero después de unos cuantos kilómetros de “ninguna parte”, que me hicieron desembocar casi en el mismo lugar de partida me convencí de que era hora de hacer un stop.

El lugar estaba bonito y un montadito y una caña a un euro cincuenta era una maravilla… Pero había trampa, el montadito era retentivo, lo suficientemente salado para que no alcance la bebida. Definitivamente no quería terminar como mis compañeros de barra y entonces tragué saliva dos veces, pagué y me marche rumbo a una horchatería que me había llamado la atención por la cantidad de gente que convocaba.

Me sumé a la cola para conseguir un vaso de esa bebida que ya había probado (el año pasado en Ibiza) y que no necesariamente me había gustado demasiado. Quizás pensé que el deseo numérico ameritaba que le diera una segunda oportunidad a ese tubérculo llamado chufa que le daba ese sabor tan particular. Definitivamente se trataba del mismo jarabe horrendo que solo conseguí pasar por mi garganta después de rebajarlo con abundante agua que me regaló un bebedero.

Pues, con el refresco en la mano salí en busca de la zona del Besòs, me tentó sentarme en un banco moderno, de la Barcelona moderna, a terminar mi trago y escribir lo que estaba retumbando en mi cabeza. La libretita se acabó y gracias a eso llegué hasta el parque Diagonal Mar, que con su lago y sus grandes arácnidos, me invitó a entrar.

Habiéndome tomado todo el fresco, decidí hacer la ruta del regreso. Pero me invadían ideas a borbotones a las que, evidentemente, no les costaba nada hacerme confundir el camino una y otra vez. Cuando mi cabeza ponía una pausa ficcional, después de un pensamiento en relación a mi mundo de referencia tipo “verdaderamente, hay veces que puedo ser genial, ¿cómo es que no me traje el grabador?”, aparecía una fotografía del paisaje real que no era la que esperaba. Creo que con mis tres desaciertos caminé aproximadamente 70 cuadras demás.

29 de julio

No hay comentarios: