En mis caminatas de por allí había encontrado un albergue más conveniente en función de mi economía y me tocaba mudarme. Era un movimiento agudísimo después de la noche de anoche, pero el esfuerzo sería compensado en mis finanzas.
Para energizarme desayuné con Ramón como los últimos dos días, pero esta vez fue a las apuradas porque había dicho que llegaría a mi nueva morada a las once de
Cuando llegué al Ideal Youth Hostel, a pasitos de la arteria más transitada de la ciudad, me enteré que aunque recibían a mi valija yo debería hacer el check in después de las dos de la tarde. –Pero, ¿porque no me lo dijiste antes (cabrón? eso sólo lo pensé), ¿por qué no me contaste este rollo antes de preguntarme a qué hora vendría? La persona a la que le hablaba, un polaco que hablaba muy poco castellano, solo se dignó a levantar los hombros. En fin… La Rambla se merecía un ida y vuelta más minucioso y en el Mercat de la Boquería unos se podía entretener un rato bien largo.
Vi estatuas de todas las razas, incluso me pareció que la del oficinista que va a las apuradas era la misma que encontré en
Ya podía ir a ocupar mi cama y ver que onda. Sabía que compartiría el cuarto con mucha gente, pero de quiénes se trataba todavía nada de nada. Bueno, evidentemente no era un buen horario para que saliera de dudas respecto de esas cuestiones. En todo el tiempo que me llevó ordenar mis cositas y ducharme nadie apareció. Me debatí por un momento entre la siesta o, las horas de sueño que me faltaban dormir para recuperarme y opté por la primera opción simplemente para que no fuera tanto el tiempo que le quitaba al reconocimiento de la ciudad.
Mi segunda vuelta comenzó a eso de las seis de la tarde en dirección a
Cuando empezó a aparecer el hambre el cuerpo comenzó a manifestarse, el estómago rugiendo y las piernas dirigiéndose para el Raval, el mejor sitio para comer rico, bueno y barato. La aparición incongruente de un viejo sifón sobre la mesa de una terraza en el Carrer de L’arc de San Agusti obligó a que detuviera mi marcha. Entré a un lugar lúgubre que protegía en su interior a unos cuantos sujetos tenebrosos, incluido el cantinero al que le pregunté que era lo que se podía comer. –Aquí, nada de nada maja, que esto es una bodega, acá se sirve vino. –Pues una copita de vino tinto entonces, pero póngame también un sifón, por favor. Mi primer vaso de soda lo tomé a gran velocidad y pensando que no había nada igual para sacarse
16 de julio
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