... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

jueves, 17 de julio de 2008

Famosos del subdesarrollo perdidos en BCN...

En mis caminatas de por allí había encontrado un albergue más conveniente en función de mi economía y me tocaba mudarme. Era un movimiento agudísimo después de la noche de anoche, pero el esfuerzo sería compensado en mis finanzas.

Para energizarme desayuné con Ramón como los últimos dos días, pero esta vez fue a las apuradas porque había dicho que llegaría a mi nueva morada a las once de la mañana. Me sirvió mi café anunciando que se sentía algo molesto por verme con una maleta, ¿cómo podía ser que los catalanes gilipollas no retuvieran a una guapa tan guapa? La perorata fue mucho más nutrida y ni tiempo me dio para explicar que yo no me iba muy lejos.

Cuando llegué al Ideal Youth Hostel, a pasitos de la arteria más transitada de la ciudad, me enteré que aunque recibían a mi valija yo debería hacer el check in después de las dos de la tarde. –Pero, ¿porque no me lo dijiste antes (cabrón? eso sólo lo pensé), ¿por qué no me contaste este rollo antes de preguntarme a qué hora vendría? La persona a la que le hablaba, un polaco que hablaba muy poco castellano, solo se dignó a levantar los hombros. En fin… La Rambla se merecía un ida y vuelta más minucioso y en el Mercat de la Boquería unos se podía entretener un rato bien largo.

Vi estatuas de todas las razas, incluso me pareció que la del oficinista que va a las apuradas era la misma que encontré en la plaza Navona en Roma algunos meses atrás, pero creo que el mundo de las estatuas es igual al de los superhéroes, maldito el mercado de las camisetas que hizo que ya cualquiera pueda ser un Supermar. Con esa desilusión a cuestas empecé a preocuparme más por los puestos de diarios, flores y pájaros y después de pisar un auténtico Miró, me dejé llevar por el aroma del pescado, las frutas y los embutidos. En un raptus de buena conducta elegí (de entre todo lo posible para llevarse a la boca) solo un juguito de coco y mango, si total, ya la cagaría más tarde con seguridad.

Ya podía ir a ocupar mi cama y ver que onda. Sabía que compartiría el cuarto con mucha gente, pero de quiénes se trataba todavía nada de nada. Bueno, evidentemente no era un buen horario para que saliera de dudas respecto de esas cuestiones. En todo el tiempo que me llevó ordenar mis cositas y ducharme nadie apareció. Me debatí por un momento entre la siesta o, las horas de sueño que me faltaban dormir para recuperarme y opté por la primera opción simplemente para que no fuera tanto el tiempo que le quitaba al reconocimiento de la ciudad.

Mi segunda vuelta comenzó a eso de las seis de la tarde en dirección a la Catedral. Otro día que me encontraba con famosos del subdesarrollo buscando un lugar en el mundo para tener la linda experiencia de no ser nadie. Fueron cinco exactamente las cuadras que Carola Reina y Boy Olmi caminaron junto a mi pero yo decidí no hacer nada que pudiera romperles el hechizo. Claro que no todos comprenden la importancia que tiene para las celebridades sentirse por momentos a salvo del reconocimiento y algunos metros más allá era a mi a la que me reconocían. Solo dejé que mis fans (Pablo y Ofelia) me acompañaran hasta el Mercat de Santa Catarina y que contemplaran conmigo los sensacionales techos ideados por el arquitecto Enric Miralles, después seguí sola hacia el barrio gótico.

Cuando empezó a aparecer el hambre el cuerpo comenzó a manifestarse, el estómago rugiendo y las piernas dirigiéndose para el Raval, el mejor sitio para comer rico, bueno y barato. La aparición incongruente de un viejo sifón sobre la mesa de una terraza en el Carrer de L’arc de San Agusti obligó a que detuviera mi marcha. Entré a un lugar lúgubre que protegía en su interior a unos cuantos sujetos tenebrosos, incluido el cantinero al que le pregunté que era lo que se podía comer. –Aquí, nada de nada maja, que esto es una bodega, acá se sirve vino. –Pues una copita de vino tinto entonces, pero póngame también un sifón, por favor. Mi primer vaso de soda lo tomé a gran velocidad y pensando que no había nada igual para sacarse la sed. El tinto lo hice aguantar lo máximo posible, el entorno merecía un buen rato.

Salí de allí, ahora si, con un hambre voraz que no me permitió hacer más de dos cuadras. Reincidía con la gastronomía árabe y con mis charlas en francés. Me senté a la mesa con dos argelinos, Ikam y Omar. Este último se retiró bastante rápido pero con Ikam continuamos de charla en un paseo que nos condujo hasta la Barceloneta.

16 de julio

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