
Después de la sorpresa floripondia, hacer la ruta subterránea para desembocar en
Lindas vistas hasta llegar al Poble Espanyol y una vez adentro también muy bonito. Esta maravilla construida con motivo de
Después del descanso, seguí mi ruta. Próximo destino el Teatro Griego, empezaba a subir la cuesta entre cuidados jardines…Salí de allí con un espíritu aventurero que me animaba a subir el monte en busca del Castillo, pero antes de encontrarlo (y creo que en honor al ánimo deportivo de la fecha) me topé con el Palau Sant Jordi y todas las instalaciones construidas para los Juegos Olímpicos de 1992.
Atravesando kilómetros de naturaleza en la soledad más pura, llegué por fin a lo más alto, lástima que no había princesa para rescatar. Me repuse del exceso de caminata tomando agüita fresca de un bebedero, contemplando el puerto desde el mirador y comiendo un sándwich vegetariano en un típico chiringuito de zona turística.
Para el descenso opté por el funicular, que además tenía el beneficio de empalmar con el metro. Realmente estaba cansada.
Cené en el barrio chino y mientras comía mi lasagna, un marroquí me recomendaba las ciudades que no debía dejar de visitar si iba a su país de origen.

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