El calor era insoportable y la temperatura del agua estaba preciosa. Pero el socorrista había clavado la bandera amarilla y, yo que no suelo darle importancia a esas cosas porque me considero una buena nadadora, esta vez me impacienté. La señal de atención también se escuchaba por altavoces en todos los idiomas: había medusas, mis viejas amigas las aguas vivas que tanto me han hecho sufrir cuando era niña, en los veraneos en Monte Hermoso y también en los Estados Unidos, en una escapadita que, como muchas familias argentinas, hicimos en la época de Martínez de Hoz, puaj. Serían realmente unos cuantos animalitos los que llegaban a la costa junto con la basura porque pude divisarlos con mis propios ojos. Pues, por lo menos por el momento, se acababa la fiesta del chapuzón para mí (increíblemente había un barquito haciendo limpieza… y más tarde verificaría que no estaban allí de pura pinta).
Me quedaba dedicarle el tiempo al bronceado, pero para eso me puse la bombachita nuevamente y no precisamente por pudor. A mi las marquitas del sol me parecen atractivas, definitivamente creo que el contraste de colores en la piel puede resultar muy erótico.
El tiempo en
Tomé el metro en dirección noroeste para llegar al bonito y bohemio barrio de Gràcia. Recorrí el territorio pasando por las plazas más importantes y todas estaban atestadas de gente tomando copas y charlando. La de la Virreina es la que a mi más me gustó, la de la Revolución, como casi siempre, un cuadrado apto para recibir grandes concentraciones pero poco interesante sin manifestación y
Después seguí mi camino por el Paseo de Gracia, donde se encuentran dos de las tantas obras arquitectónicas de Gaudí (un señor emblema en Barcelona),
Encontré el Elisabets (tu bar, prima) y allí me tomé mi segunda caña. (No busqué tu casa porque me faltaban datos, pero pasé por tu calle, la de la Luna.) Y en Güifré, entre La Luna y Juan Costa, encontré un corazón luminoso que titila… y aunque no soy una romántica me gustó pensar que se trataba del corazón del barrio y que lo que hace no es titilar sino palpitar.
Y de regreso, tomando por callecitas por las que todavía no había andado una nueva sorpresa para un buen final del día: Musica als Parcs. Por Pujades, a mi derecha el parque de la Ciudadella… me alcanzó con girar un poco la cabeza para divisar a la gente reunida y ¿por qué no entrar? En una glorieta, justo enfrente de la cascada, tocaba Marcelo Güeblón Quartet. Como tantos, me acomodé en el césped al lado de velitas que había portado gente linda. Pues los grupos reciben bien a los que andan solos y hasta me convidaron con galletas de anís y cerveza, un excelente acompañamiento para escuchar Jazz del bueno.
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25 de julio
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