... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

lunes, 2 de junio de 2008

Baños de sol y mar...

Feriado nacional, nadie trabaja (bueno algunos tienen que sacrificarse por el resto pero eso pertenece a la historia mundial). La ciudad estaría vacía y los lugares de reposo congestionados pero, a nadie le importa, todos quieren disfrutar el día de playa. ¿Y por qué ir en contra de las reglas generales?

El chico motorizado me pasó a buscar por el albergue y me llevó a desayunar, café con medialunas, qué va! Arangina para todo el mundo, una croqueta de carne, arroz y legumbres, lo bebestible… gaseosa, así como lo leen!! Pues no me quejé, porque después de todo era sabroso y para el café los italianos siempre encuentran varios momentos en el día.

El clima no podía ser más propicio para tomar sol y meterse en el mar, así que nos instalamos por largas horas en la playa Virgine María, más conocida como la Daura.

El ambiente era muy familiar: estábamos rodeados de señoras gordas y críos; de castillitos de arena, baldes y palas; de reposeras, sombrillas y heladeritas de camping. Pero todo eso en perfecta armonía con nosotros que solo teníamos nuestras humildes toallitas y la voluntad de ir todas las veces que fuera necesario hasta el quiosquito cervecero por provisiones.

En uno de mis paseos antropológicos, el único que hice portando mi cámara fotográfica, conocí a Serena, la niña del mar. Fue ella que se acercó a hablarme y ni bien supe su nombre pensé que no podría tener uno mejor. Nos quedamos bastante tiempo charlando y yo no salía de mi asombro… se expresaba como si fuera una mujer en un cuerpo pequeñito. Tan bella, tan dulce, tan Serena. Cuando nos estábamos despidiendo me dijo –¿No me vas a sacar una foto para acordarte de mi? Yo creo que no fue muy bueno mi italiano cuando intenté contestarle –Si, por supuesto, pero de todas formas no hace falta, creo que va a ser difícil que me olvide de vos.

Seguí sacándole fotos a los pequeños pero sin dudas la niña de ojos y bañador color del mar tenía un ángel muy especial. Volví a mi toalla con una inmensa sonrisa difícil de explicar.

Entre baños de agua y sol, brindis y mimos la tarde transcurrió tranquila y placentera hasta el incidente con la policía y el supuesto pervertido. Los rumores empezaron a correr, la chusma empezó a moverse hacia donde se encontraban los uniformados y todos dictaminaron culpable al más mirado por la porquería que pudiera haber hecho. ¿Cabía la posibilidad de que no hubiera hecho nada de nada? Pues no, había una señora que lo acusaba de haber violentado a un niñito y además estaba la policía… no hacían falta más pruebas. Pues al hombre se lo llevaron aunque no se bien con que pretexto y la gente siguió cortando tela del asunto un buen rato más.

Por suerte cuando todo esto terminó ya se estaba poniendo el sol así que nos fuimos a por un heladito.

Llegué al albergue con ganas de una ducha larga y de dos horitas de siesta. Cumplí con el primer objetivo a raja tabla y con el segundo sólo por la mitad. Me desperté afiebrada por el exceso de sol y la ausencia absoluta de protector. Ahora, sin chillar!!

Salí a buscar agua fresca y me encontré con Giuliano, entonces aproveché para despedirme de él que había demorado su mudanza porque también el dueño de su nueva casa había pasado el día festivo fuera de la ciudad. Alicce salió de su butaca en busca de una solución y me encontró, entonces aprovechó para pedirme un inmenso favor, necesitaba la cama de dos plazas. Me preguntó infinitas veces si de verdad no tenía ningún problema en cambiarme de habitación a esas horas, y yo -que no, que no! Por suerte soy muy ordenadita y no me tomó mucho tiempo juntar todas mis cosas, por suerte éramos tres para subir un piso más por escaleras, por suerte (y que suerte la mía la verdad) seguía teniendo una habitación para mi sola. El procedimiento que la gente de la casa consideraba intempestivo terminó siendo festivo para todos y beneficioso para mi porque en la corrida decidí despojarme de mi campera invernal -qué tontera esto de llevar tantas cosas de acá para allá, esto es un obsequio para ti Alicce que siempre has sido tan amable conmigo. Giuliano no era el único que se iba, yo también me marchaba al día siguiente y aunque regresara tenía que despedirme de la gente.

Salí del albergue para hacer lo propio con las personas que había conocido vagando por las calles, sobre todo por la Candelai. Los saludos hasta llegar a lo de Viccenzo fueron varios pero no me retuvieron por largo rato, en cambio al final de la cuadra la cosa fue distinta. Tenía las manos heladas y la cara demasiado caliente, era imposible que no advirtieran que no me sentía muy bien, pero yo había decidido hacer de mi despedida algo recordable y no podía claudicar. O me recuperaba o me moría pero yo brindar iba a brindar, bailar iba a bailar (porque allí siempre sonaba buena música) y lo que fuera, que mas da. Después de todo me estaba despidiendo de gente linda y de un gran tipo.

2 de junio

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