El chico motorizado me pasó a buscar por el albergue y me llevó a desayunar, café con medialunas, qué va! Arangina para todo el mundo, una croqueta de carne, arroz y legumbres, lo bebestible… gaseosa, así como lo leen!! Pues no me quejé, porque después de todo era sabroso y para el café los italianos siempre encuentran varios momentos en el día.
El clima no podía ser más propicio para tomar sol y meterse en el mar, así que nos instalamos por largas horas en
El ambiente era muy familiar: estábamos rodeados de señoras gordas y críos; de castillitos de arena, baldes y palas; de reposeras, sombrillas y heladeritas de camping. Pero todo eso en perfecta armonía con nosotros que solo teníamos nuestras humildes toallitas y la voluntad de ir todas las veces que fuera necesario hasta el quiosquito cervecero por provisiones.
En uno de mis paseos antropológicos, el único que hice portando mi cámara fotográfica, conocí a Serena, la niña del mar. Fue ella que se acercó a hablarme y ni bien supe su nombre pensé que no podría tener uno mejor. Nos quedamos bastante tiempo charlando y yo no salía de mi asombro… se expresaba como si fuera una mujer en un cuerpo pequeñito. Tan bella, tan dulce, tan Serena. Cuando nos estábamos despidiendo me dijo –¿No me vas a sacar una foto para acordarte de mi? Yo creo que no fue muy bueno mi italiano cuando intenté contestarle –Si, por supuesto, pero de todas formas no hace falta, creo que va a ser difícil que me olvide de vos.
Seguí sacándole fotos a los pequeños pero sin dudas la niña de ojos y bañador color del mar tenía un ángel muy especial. Volví a mi toalla con una inmensa sonrisa difícil de explicar.
Entre baños de agua y sol, brindis y mimos la tarde transcurrió tranquila y placentera hasta el incidente con la policía y el supuesto pervertido. Los rumores empezaron a correr, la chusma empezó a moverse hacia donde se encontraban los uniformados y todos dictaminaron culpable al más mirado por la porquería que pudiera haber hecho. ¿Cabía la posibilidad de que no hubiera hecho nada de nada? Pues no, había una señora que lo acusaba de haber violentado a un niñito y además estaba la policía… no hacían falta más pruebas. Pues al hombre se lo llevaron aunque no se bien con que pretexto y la gente siguió cortando tela del asunto un buen rato más.
Por suerte cuando todo esto terminó ya se estaba poniendo el sol así que nos fuimos a por un heladito.
Llegué al albergue con ganas de una ducha larga y de dos horitas de siesta. Cumplí con el primer objetivo a raja tabla y con el segundo sólo por
Salí a buscar agua fresca y me encontré con Giuliano, entonces aproveché para despedirme de él que había demorado su mudanza porque también el dueño de su nueva casa había pasado el día festivo fuera de
Salí del albergue para hacer lo propio con las personas que había conocido vagando por las calles, sobre todo por
No hay comentarios:
Publicar un comentario