Los argentinos en el mundo tienen fama de piropeadotes… yo sin embargo tengo un montón de amigos a los que jamás se les escapó un Adiós bonita! Las generalizaciones nunca son buenas, está a la vista, pero hecha la fama uno puede echarse a dormir y en el mundo hay mucha gente con sueño.
Pues yo no tengo ninguna intención de instaurar ningún atributo genérico para los hombres tunecinos pero voy a explayarme en mi experiencia con respecto al arte del encare y las estrategias para combatirlo. Supongo que si las experiencias individuales coinciden nadie podrá evitar que mediante el proceso de razonamiento inductivo se llegue a un Ay los árabes, mamita querida!
En cuanto a la atracción ejercida sobre la población masculina existen semejanzas con lo sucedido en Turquía. No se exactamente cuales son los atributos cotizados, pero supongo que las carnes (que aunque estén flojas son naturales), quizás los ojos claros. Aunque tengo la impresión de que en estas tierras donde muchas mujeres andan tapadas (y las que no, son más calmaditas por tradición), la curiosidad expresada en la mirada que se dirige hacia todos lados y el cuerpo en movimiento hacen su aporte.
Pues hasta aquí los parecidos porque los turcos no perdían oportunidad para manifestar sus deseos pero, lo hacían en concreto y, si no veían el mínimo gesto de interés del otro lado respetuosamente reculaban con una sonrisa. Pero en Túnez las cosas son distintas… la insistencia es agotadora. Probablemente este sea uno de los motivos por lo que a los turcos no les gusta que los confundan con los árabes.
Que los mercaderes estén al asedio no sorprende a nadie, es natural que con la noble intención de vender sus productos desarrollen todo tipo de artimañas. Incluso es normal que, después de tantas horas atornillados a sus puestos de trabajo, se jueguen por una conquista, sobretodo si se dan cuenta que no hay posibilidad de ninguna transacción comercial (eso pasa en el Gran Bazar de Estambul como en nuestra calle Florida).
Pero aquí, amparados por familias numerosas o amigos que también se sienten parte, los comerciantes con frecuencia pueden ausentarse de sus puestos de trabajo y seguir a su presa cuadras y cuadras, motivo por el cual el recurso de acelerar la marcha para dejar el punto de venta atrás no tiene ningún sentido.
A fuerza de mucha prueba y error, con el pasar de los días, fui mejorando mis formas de defensa y aunque todavía no logré suprimirlas, al menos, las persecuciones son más cortas. La mejor frase resultó ser –Estoy apurada, me esperan para ir a la playa.
Pero ¿que hacer en la playa, cuando resta todo el día por delante, y uno quiere broncearse y meterse al mar para sacarse de encima los 40 grados de térmica? Pues, es tonto intentar con un estoy apurada la la la la la (si este relato fuera oral aquí debería ir mi querido sarlanga). Pues señoras y señores en esta situación no hay nada para decir, no existe la frase de peso. He intentado con –quiero dormir no se si me entendés, –estoy leyendo no se si te das cuenta, sarlanga, sarlanga y más sarlanga. Si uno pudiera dormir teniendo a un fisgón a diez centímetros de distancia, si uno pudiera leer a pesar de unos 500 llamados de atención de un regio desconocido, vaya y pase, pero no es el caso. Confirmado, lo único que se puede hacer es elegir, lo mejor posible, al hombre que nos acompañará por el resto del tiempo que decidamos permanecer en la misma locación.
En este punto voy a hacer una salvedad que le quitará algo de responsabilidad a
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