

Por lo tanto, mis tardes se repartieron entre la playa y la habitación con aire acondicionado de mi bien conocido Palazzo Savona… sin hablar demasiado con nadie.
Mis noches, en cambio, se las dediqué a las rondas tradicionales, que me llevaban hasta los distintos garitos que también conocía al dedillo, y entonces, ¿qué quedaba para las mañanas si no era dormir?
Lo cierto es que ya estaba con un pie en Barcelona, teniendo una necesidad inmensa de hablar español y con muchas ganas de encontrarme con algunos amigos.
Para el recuerdo: el espectáculo que montó una muchacha en un bar de los de por allí… Leticia era colosal!
Mensajito dirigido: Ay Carmelo,
¿así que estás por Sevilla
practicando la lengua del Pedro Juan?
Pues, te has perdido la posibilidad de comenzar con otro autor de la literatura latinoamericana. El libro de Benedetti,
que traje conmigo para que recorra mundo, era para vos. De todas maneras, estoy convencida de que la buena prosa seguirá acompañándonos
y si llegáramos a reencontrarnos sabríamos compartirla. Cariños.
El pasaje entre junio y julio
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