
Después de emocionarme, divagar y enloquecer intentando darme paso por el área monumental sin poder sacarle una foto decente a la famosa salamandra, después de conseguir las mejores panorámicas de la villa desde el teatro griego, después de terminar el cigarrillo que fumé apoyada en una de las 86 columnas dóricas de
Buscando un árbol encontré los viaductos y
Y allí encaramada (más allá de donde se animaba la horda de turistas a la pesquisa de las fotos que prueben que están en el parque Güell y no en otro cualquier) cansada y pacífica escucho el ring de mi celular que consigue romper con el sonoro silencio que había logrado encontrar (buscando solamente un árbol).
Pero el objeto repulsivo, no contento con sonar, era portador de una mala noticia. Mi plan de viajar a Toulouse compartiendo gastos con una española que tenía su propio vehículo quedaba abortado y urgía encontrar un plan sustituto. La recreación en el parque sería más corta de lo que había imaginado.
Comí en calma pero no me tomé demasiado tiempo para la digestión y comencé el descenso. La segunda curva escondía a la responsable de estar escuchando una bella canción. Me deslicé más lento para engañar al apuro y disfrutar de ese momento casi mágico en el cual una melodía irrumpe sin que importe de donde viene. Un giro de 180 grados del cuerpo y un camino menos sinuoso revelaba el misterio. Había sido tan bueno, tan bueno el efecto que destiné unas monedas a esa revelación. Luego seguí mi camino pensando en resolver mis problemas de transportación y cruce de fronteras.
Me tocó internarme en
Pues, como fuera, ese era mi día de despedida y en mis últimas horas barcelonesas el que me acompañaría sería Eduardo, aquel actor chileno que me ayudó a agrandar mi magro guardarropas. Habíamos quedado en encontrarnos en un punto no muy preciso de la Rambla, en realidad, las que no habían sido precisas eran las indicaciones y entonces decidí estrenar modelito para colaborar un poco con la situación de avistamiento.
Caminando por allí nos topamos con una feria de plaza y tuvimos la suerte de hacer una humilde degustación de quesos. Pero esos pequeños trocitos deliciosos lo que hicieron fue abrirnos el apetito, así que buscamos mesa en la terraza del Hogar Extremeño, escondida en el 4 del Portal del Ángel, y le entramos a la cerveza y a las patatas bravas.
18 de julio
No hay comentarios:
Publicar un comentario