Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...
miércoles, 9 de julio de 2008
La final para un fin...
Nuevamente tomaba el barco para cruzar el Mediterráneo pero esta vez la navegación era diurna y, en líneas generales, las características del pasaje se habían modificado. Si bien había algunos tunecinos anque argelianos con buena predisposición para dar el zarpazo, mayoritariamente eran italianos regresando de sus vacaciones y hasta se había podido infiltrar una pareja de españoles con los que podría conversar sin hacer ningún esfuerzo. Lo cierto es que había más posibilidades concretas para zafar del acoso.
Formalmente también había cambiado mi categoría de abordo, ahora viajaba en puente y esto significaba que no tenía recámara, ni asignación de poltrona. Pero repito que la diferencia era sólo formal porque a la ida, aunque había pagado por un asiento, tampoco gocé de ese privilegio.
Lo que parecía no haber cambiado nada era la tripulación. Encontré a Dan en el mismo puesto de trabajo (a cargo de la barra del café y los refrescos) y me saludó como se saludan a los viejos amigos. Conservaba la misma simpatía y generosidad que en la primera travesía. Si bien los mejores puestos del salón ya estaban ocupados, Dan consiguió para mi una plaza inmejorable, mesa redonda, cercana a un toma corriente y justo debajo del televisor. Además compartiría todas esas bondades con un divertido grupo de tanos (no se si utilicé antes este término, pero si lo hice probablemente no tuvo todo el asidero que tiene en esta oportunidad) que desembarcaría recién en Nápoles. Allí almorcé mi comida comprada fuera de la nave, claro que para el café pasé por la barra y allí también conseguí el postre. El rumano me acercó un plato con sandía fresca que venía de un compartimiento trasero. –Qué bueno!! Un bocado, otro bocado… -Pero esto tiene vino. –Vodka. Corrigió. Los dos nos sonreímos cómplices. Dan estaba contento porque este era su último trayecto (por lo menos por un tiempo dejaría los barcos), volvía al lado de su familia después de cinco meses de no verlos. Con la fruta borrachita tenía la posibilidad de brindar sin que lo reprendieran.
Entre el sueño que traía y el alcohol acabado de ingerir necesitaba una siestita urgente… Y buscando y buscando encontré un lugar fantástico para recostarme unas horitas. Se trataba del solarium, así anunciaba en la puerta vaivén que traspasé. Resulta que tiraron unas cuatro reposeras en el espacio más grande de cubierta (allí donde está la inmensa H amarilla que indica el lugar donde deben descender los helicópteros, ¿?) y se mandan la parte. En realidad casi que mejor porque, probablemente, si se hubieran esmerado un poquito más el acceso hubiera estado vedado para los pasajeros ratas como yo.
No puedo decir que me desperté fresquita como una lechuga porque, esencialmente, hacía muchísimo calor y allí tendida había transpirado de lo lindo (lo bueno del caso es que seguía bronceándome). Volví al salón a por bebida fresca y charlas pasatistas, por suerte encontré de las dos cosas.
Más tarde estaría acomodándome, como casi todos, para ver la final de la EuroCopa2008. El barco estaba dividido, los italianos (una mayoría que no alcanzó en este caso) hinchaban por Alemania; los tunecinos, argelianos, rumanos, argentinos (o sea yo) y, obviamente, los españoles por España. La verdad es que fue muy divertido y no me costó nada ver el partido hasta el final. ¿Me estaré convirtiendo en una aficionada del fútbol? Hay que miedo! Pero creo advertir que lo deportivo me importa bastante poco, definitivamente lo que me interesa es el espectáculo que presentan las plateas, confórmense como se conformen. Y ésta juro que era muy particular.
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