... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

domingo, 13 de julio de 2008

Ole, ole, ni voy ni vengo…

“Estoy en una etapa de mi vida en la que no se si voy o vengo.” Esta fue la mejor frase de la señora con la que me puse a conversar, en la barra de un bar del Passeig de Sant Joan, mientras desayunaba. No les contaré los detalles de la charla porque no vienen a cuento, pero el asunto es que me dejó pensando. Entre el ir y el venir no habría diferencias si no fuera por los desde o hacia dónde… ¿Si asumiéramos el movimiento sin comienzo y sin final sería más fácil? Pues evidentemente no, si bien somos seres que nos reconstruimos a cada momento, el transcurrir no tiene puntos estáticos, pretendemos una vida llena de hitos tranquilizadores… (se imaginarán que llegué mucho más lejos con este asunto, pero sé que necesitaban un descanso de mis divagues mentales así que no creo conveniente estropearlo desde tan lejos). Durante el día he recogido otras frases menos problemáticas. Un ejemplo es: “No pises la raya Manolo”.

El Arc de Triomf muy bonito… pero como no emite sonido alguno, no me llevó mucho tiempo. Donde me quedé un rato mas largo fue al lado del rectángulo que delimita el área para jugar a la petanca. Y gracias al mismísimo Manolo (el del medio), que dejó de pisar el círculo que marca la zona de lanzamiento, sé bastante más sobre este deporte que es similar a las bochas pero, que no es lo mismo! Los jugadores eran seis y los que integrábamos el público muchos más. Otro personaje, ni de acá ni de allí, con metro de carpintero en mano y a grito de no coger bolas era el encargado de dictaminar cual de los tiros había sido el mejor.

Terminado el match y habiendo felicitado a Manolo por la victoria, seguí mi camino rumbo a la playa atravesando el parque de la Ciutadella. Quería tomar mi primer sol barcelonés. Y allí me quedé un buen rato, entrando y saliendo del mar para resistir el calor, confiando en que, aunque no siguiera la recomendación de “cuide sus pertenencias” que salía por altavoces, nadie me robaría nada y comiendo coco que me regaló el coquero que se hacía el coco conmigo. “Belleza. Tu gustas mucho”. Pero esta belleza se tuvo que ir porque tenía asuntos que atender y estaba un poco retrasada.

Hice el trayecto de vuelta a toda velocidad, solo me detuve para sacarle algunas fotitos al Teatro Nacional de Cataluña con la Torre Agbard de fondo. Llegué a la pensión para bañarme y salir a las corridas… vaya coincidencia, me dirigía hacia la plaza de toros.

Todos hemos escuchado alguna vez algo sobre actividades taurinas, todos tenemos alguna idea de qué se trata, sin embargo a mi me dio por saber que es lo que sucede exactamente al interior del edificio circular, tanto en la arena como en la platea.

El espectáculo se reconoce en el mundo como parte de la cultura española. Pues, no vaya a creer, fíjese que en el acervo cultural de los españoles también se encuentra un intenso repudio frente a esta disciplina. Así que el descubrir de qué venía la cosa comenzó puertas afuera, charlando con los integrantes de las organizaciones Libera e Igualdad Animal que se manifestaban contra el divertimento sangriento.

Una vez adentro confirmé que lo que sucede en la arena es una verdadera carnicería (eso si… algo ornamentada). Creo que si pude presenciar el espectáculo completo fue porque pagué la entrada más barata (Andanada 6 – Sol) y eso me alejaba lo suficiente para soportar las cuchilladas y la sangre, pero he visto a otros turistas salir mucho antes de terminada la función y algunos, incluso, llorando.

Las tardes que hay corridas, por lo general se lidian seis toros y eso significa que morirán seis animales para que algunos humanos se entretengan (y otros podamos estar hablando de ello). El ceremonial de la muerte para el pobre toro es lento, progresivo y totalmente innecesario.

No soy una adoradora de los movimientos ecologistas que hacen campaña por los animalitos de Dios pero en este caso, la verdad, es que la cruzada tiene su fundamento.

Siglo XXI y todavía hay gente que aplaude la valentía del hombre frente a la bravura de la fiera salvaje, pero la realidad es que en este escenario no parece haber ni una cosa ni la otra. En primer lugar, los toros de lidia son criados para morir en la arena, por lo tanto no son salvajes; por otro lado, cuando irrumpe el “valiente” torero, ya están lo suficientemente heridos como para tener la bravura pretendida.

Los primeros puntazos de lanza les serán propinados por hombres montados a caballo (con estos animales son un poco más benévolos, para que no salgan lastimados los cubren de latón con lo que llaman el peto); seguirán tres banderilleros que harán piruetas frente a la “bestia” (muy de frete, claro y esto no es valentía, esto es ponerse fuera del campo visual del toro que tiene los ojos demasiado separados) luego ensartarán en su lomo un par de armas blancas cada uno. Recién después de toda esta faena aparecerá la figura central para hacer gala de su elasticidad y su capote rojo (no es de este color para llamar la atención del bicho como muchas veces se dijo, el toro ve en blanco y negro, será para disimular la sangre o simplemente porque queda lindo en las fotos, que más da) finalmente el torero tendrá el honor de dar la estocada final, en esto se juega la devoción o el abucheo del público.

En la contienda que yo presencié los toreros eran Manuel Jesús “El Cid”, Sebastián Castella y Miguel Angel Perera. Pues no tengo el gusto, así que diré simplemente que el segundo que salió al ruedo fue el que se llevó la ovación del público en las dos oportunidades. Buenos aplausos y agite de pañuelos blancos significa entrega de trofeos… en este caso se ganó una oreja en la primera vuelta y ambas en la segunda. No se cuando es que entregan el rabo, pero se supone que el mérito para el premio fue haber conseguido dar muerte al animal con una sola estocada sin intervención de puntazos posteriores.

Nuestro torero héroe dio vuelta a la plaza con un manejo supremo de la arrogancia, no sólo recibió aplausos, gritos y sonrisas, también fueron flores y el chal de una mujer emocionada que necesitaba que el objeto vuelva empapado en el sudor de la estrella de la tarde. El torero cumplió y la dama extasiada dio grititos de placer… Después de este acto sublime se volvió a escuchar al clarín y al tamborcito que solo suenan en los momentos importantes. Sin dudas las plateas son un espectáculo paralelo…


Lo que suena en el video es Ska-P con su canción Vergüenza

13 de julio

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