... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

jueves, 17 de abril de 2008

Experiencias de Aeropuerto...

Llegamos a Barajas a las seis de la mañana, hora local. No diré nada del viaje más que he dormido lo suficiente para aceptar que el efecto jet lag se ha apoderado de mí. Que esta somnolencia ha sido interrumpida por las bandejitas de la mejor distracción en vuelo, “pollo o pasta, pollo o pasta” y una película de las de final feliz y desarrollo conflictivo más por el desperfecto técnico de mi auricular que por el argumento fílmico. Quizás lo más interesante del trayecto fue haber llegado a la conclusión de que los eventuales pedidos del comandante de abordo de abrocharse los cinturones, son originados por una ridícula disposición de las compañías aéreas para que, en el caso de catástrofe, la aseguradora pague a los familiares de las víctimas.

Llegar a un aeropuerto cuando uno está en tránsito, y tiene algunas horas por delante para embarcar en el próximo avión, significa una carrera desenfrenada por encontrar lo más rápidamente posible la pecera, entiéndase aquel lugar donde se encuentran una y otra vez los viciosos del tabaco. Creo que me convertiré en una experta de estos sitios. Lo primero para comentar al respecto es que la pecera del aeropuerto internacional de Ezeiza supera ampliamente, en cuanto a comodidad y estética, al cubículo desde el cual estoy sentada ahora escribiendo estas líneas. En Baires nuestros traseros se apoyaron en confortables almohadones blancos mientras que aquí están al contacto de cerámicos fríos, lo bueno del asunto es que esta locación estimula la liberación de las flatulencias desorbitadas que se han ido apoderando de nuestros cuerpos durante las 12 horas del trayecto por los aires.

Ya llevamos dos cigarritos y un café... cada una. Y comprendimos en breve que es muy bueno ser poseedor de un encendedor. Inmediatamente te convertís en alguien poderoso, respetable y te da la posibilidad de ser generoso una y otra vez, con el beneficio además de entablar conversaciones con personajes de todas las especies. Me detendré en uno de ellos…

El señor Tai Chi (compañero de vuelo), ahora nos deleita con un exquisito espectáculo de cuerpo lánguido y flexible acompañado de abanico, no hay música que lo acompañe pero todos los que lo observamos (y no somos pocos) de seguro imaginamos alguna, la mía supone como instrumento protagonista el palo de lluvia. La platea intercambió alguna sonrisas cómplices, pero no hubo aplausos aunque lo merecía, y allí salí yo intentando reparar el daño (en realidad lo único que pretendía era comenzar con mi vocación de ponja y darme la oportunidad de sacar alguna que otra fotografía de algo que para mi resultaba curioso), entonces con un gesto que simulaba ser tímido junté mis palmas dos o tres veces y le pedí amablemente que continuara. Con algo de orgullo visible y muy risueño accedió sin objeciones. Lamentablemente las fotografías dejan mucho que desear…















En fin, el show del abanico terminó pero comenzó uno más interesante aún. Portando una maleta perfectamente rectangular y durísima como las de antaño, y una bolsa de tela negra de la que asomaban varios tubos de diferentes tamaños, entró al cubículo desafiante. Algunas partes de su rostro estabas iluminadas por unos cuantos aritos dorados y otras en sombras por la falta de dos o tres dientes, su calzado típicamente argento, alpargatas, no coincidía con su español germanizado.

Como no podía ser de otra manera el susodicho necesitaba de mi encendedor y para apuntalar su prestigio frente a mi circunstancial supremacía, blandió una tarjeta que rezaba El Tigre Tanguero, y acá viene lo mejor… Resultó ser que el Señor Tai Chi (como lo habíamos apodado desde el avión por haber practicado casi todo el viaje ejercicios de elongación) viene de pasarse tres meses en Buenos Aires ejerciendo su don de cantante y compositor de Tango. ¿Y cómo es que un hombre de cincuenta y largos, oriundo de Zurich, comienza con este curro? Pensé. Y entre innumerables frases que describían muy bien un personaje de Fontanarrosa escucho: Una tragedia, la vida y sus dramas… guauuu, respuesta correcta y estaba a punto de sacar una licuadora cuando vi la cara de Adriana… Y claro que puede que todo esto sea una triste historieta pero en todo caso de ser mentira el único que se entristecerá es él. Para mi es la gloria de la diversión, viva las historias de los personajes de aeropuertos!

Después de otro cafecito nos desplazamos en dirección a la puerta R, de camino, y para poner en falta al anuncio que estipula escasos 11 minutos para llegar a la U, nos detuvimos en un puesto de comidas rápidas con bellas mesitas y sillas de color esperanza. Con algunos problemas de evacuación que le trajeron dolor de cabeza Adriana había aceptado la petición de dejar de manducarnos todo a nuestro paso, por lo menos hasta llegar a la tierra de los mil y un sabores. Sin embargo, intentando convencerme de que se trataba de turismo gastronómico, se lastró un sándwich de pavo… yo creo que la ansiedad continúa. Por suerte esta vez yo no sucumbí a la tentación.

Ya sentadas en las butacas frente a la puerta de embarque, mientras se anuncia el último llamado a Bogotá en la puerta contigua, contemplamos a dos individuos que parecen estar practicando algo parecido al yoga. Todavía falta un rato para que anuncien por altoparlantes el vuelo 3760, y para no empezar a especular con la comida que recibiremos a bordo, preferimos reflexionar sobre la nueva moda, la práctica de ejercicios energéticos, no invasivos y sobre los chacareros españoles que hacen negocios con nuestro país y aquellos que reciben ovejas de regalo.

Sin ninguna duda las experiencias de aeropuerto se tejen con charlas de aeropuerto, chim pum!!

16 de abril

1 comentario:

Anónimo dijo...

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