... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

viernes, 25 de abril de 2008

Izmir...

La noche en el bus no estuvo del todo mal, pero tampoco pudimos dormir demasiado. El micro hizo unas cuantas paradas, anunciadas por altavoz y encendido de luces, y la posibilidad de fumarnos un cigarrillito siempre pudo más que el sueño.

Llegamos a Izmir a las 7 de la mañana y, no pasaron más de cinco minutos con caras de despiste, hasta que un pelilargo, barbudo y con pinta de motoquero del 80 salido de un video clip berreta, nos hace saber que estaba a nuestra entera disposición. Octav hizo que vayamos a un comedor, que pidamos algo para beber, que lo escucháramos un rato largo y que incorporáramos a nuestros pensamientos una inmensidad de sugerencias hechas por él. En un rato no sólo estábamos alojadas en un hotel, sino que además habíamos alquilado un auto por cinco días y habíamos sacado el pasaje para nuestra vuelta a Estambul.

Como era muy temprano para tomar nuestra habitación hicimos un paseito por la costanera. Pero nuestros cuerpitos no daban para mucho más así que, aminorando el paso, retornamos para ingresar a la “suite” 402. Subimos las maletas que nos habían esperado en la recepción del Yeni Çunar Otel y nos echamos rápidamente a dormir. Después de un par de horas nos despertó el hambre y entonces salimos de vuelta al ruedo.

Empezamos caminando por Anafartalar, una calle que reúne a tiendas de alimentos y vendedores ambulantes, allí recurriendo a las señas, compramos nuestros víveres para sentarnos en una mesita de la plaza y almorzar. El postre había quedado en una tienda más atrás, así que volvimos por él. Supongo que el pastelero, a través de la vidriera, alcanzó a ver la baba que se deslizaba por la comisura de nuestros labios, y por ello nos invitó a entrar y a tomar asiento. Con la ayuda del dedo índice elegimos algunas cosas que se veían ricas y por último preguntamos si podíamos tomar té. Allí sólo vendían dulces, pero Mustafá quería complacernos y mandó a buscar nuestras infusiones a un local de la cuadra. Lo que más nos gustó fueron los tôrkiş (saray burma), unos bastoncitos embadurnados de almíbar y espolvoreados con pistachio.

Queríamos bajar las calorías injeridas, pero sobre todo, conocer lo más que pudiéramos la ciudad que abandonaríamos al día siguiente, así que seguimos nuestro camino a pie. Por pequeñas callejuelas llegamos al Agora, luego al barrio Asensor y la vuelta, ya al atardecer, coincidió con avenidas y peatonales bien iluminadas y muy transitadas.

Cuando volvimos al hotel nos esperaba un Hyundai Getz, rojo furioso, en la puerta, pedimos que lo aparquen en el estacionamiento del hotel y que lo regresaran al mismo lugar bien temprano en la mañana. Ya podíamos irnos a dormir!

24 de abril

No hay comentarios: