Como lo del agua calda en el Marriotto no funcionaba más, decidimos correr los riesgo y esperar a llegar a S. Paolo para desayunar.
Suponíamos que siendo lunes ya habría menos gente en la ciudad y nos dio más ganas de afrontar los circuitos típicos y obligadísimos si uno quiere ser un turista decente y respetuoso. Así fue como, siguiendo el consejo de los que no tenían más días y tuvieron que luchar a capa y espada para ganarse el calificativo, empezamos por El Palatino. Hicimos todo el recorrido, incluida la visita a la casa de Augusto.
Lamentablemente al Foro no pudimos dedicarle la misma atención porque el tiempo no acompañaba. Empezó a llover bastante fuerte y ya saben el malestar que me produce saber que mi tecnología está en peligro (la preocupación no es por las carcasas que no valen nada en comparación con la información que atesoran).
El refugio fue el Metro… quizás con la esperanza de encontrarnos del otro lado, tal cual un túnel del tiempo, una ciudad luminosa y cálida. Pero la parafernalia de la ciencia ficción no se puso en funcionamiento y cuando salimos en Barberini la situación era exactamente la misma que al entrar, por lo que nos metimos en Squisit Cook a por unos bocadillos. Allí estuvimos hasta que decidió parar.
Caminando… de sopetón, volvió a aparecer ante nosotras la Fontana di Trevi ¿será que ella también va andando? Había un poquito más de espacio, pero seguía siendo dificultoso encontrar el hueco para tirar las moneditas y sacarse la fotografía, algo que esta vez no rehusaría hacer. Empecé a pensar que podía existir una especie de conjuro que ante el olvido de efectuar la hazaña te hacía volver allí tantas veces como fuera necesario hasta ser cumplida.
Pues era un día gris y no había mucho para hacer, así que, no solamente tiré mi monedita sino que, ayudé a la gente para que se pueda ir en paz sabiendo que regresaría algún día a Roma. El punto es que para volver, primero hay que poder irse y eso sólo se lograría escapándole al hechizo, mi colaboración al respecto era empuñar máquinas fotográficas y encuadrar de tal forma que aparecieran rostros acompañados por algo más que un poco de agua. Por mis manos pasaron cámaras de varias nacionalidades, ninguna que no fuera digital, también un par de teléfonos celulares… estos tiempos modernos!
Cuando sentí que mi deber ya estaba cumplido me percaté de que mi compañera estaba esperándome… echaba chispas por el café y el “alguito dulce” que habíamos dejado reservado a una linda confitería que halláramos por el camino.
Sin ninguna duda era el día de las repeticiones… la Caffetaría se impuso nuevamente, pero esta vez cambiábamos la barra por las sillitas de
Fue en el barrio amable de S. Paolo que encontramos el lugar ideal para aprovisionarnos. Un supermercadito que, además de las cosas que hay en todos los supermercados, tenía una variedad importante de alimentos con cierto tipo de preparación que los hacía más interesantes que los envasados. Pero lo más agradable fue la atención que recibimos de Flavio y el hallazgo de Carlos, un peruano que al escucharnos se cambió de mostrador para darnos la bienvenida de tal forma que la entendiéramos perfectamente.
Salimos de allí contentas… con quesito, jamón, vegetales asados y otros en vinagre, pan, coca-colas y algunos pescaditos (que por la cara de Adriana intuí exclusivamente para mí). En el viaje en autobús pensábamos como es que íbamos a comernos todo aquello sin ningún cubierto y para que no duden en que hay cosas que son de mandinga… cuando entramos a la habitación, sorpresa. Arriba de la mesa, tan campantes, tres manzanas verdes perfectamente acomodadas en un plato cuadrado y en uno de sus costados, envueltos en una servilleta… cuchillo y tenedor!!
Hay muchas cosas de ese episodio que todavía no logro descifrar: ¿por qué las manzanas?, ¿para qué el tenedor? si sólo son manzanas y por último ¿por qué tanta amabilidad no incluye el agua caliente? ¿Acaso, tres manzanas verdes, un gran plato cuadrado, un cuchillo y un tenedor, no valen mucho más que cuatro euros? Ni hablar del agua caliente en una jarra que ni siquiera los vale aunque sea lo que te
5 de Mayo
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