... EL GUSTO ES MIO

Mis memorias se tomaron vacaciones... y después del descanso qué difícil es retomar...

martes, 13 de mayo de 2008

Con acento capresse...

El tiempo no terminaba de mejorar pero como era nuestro último día por esos pagos, y no podíamos irnos de allí sin visitar Capri, hicimos tripas corazón y arrancamos el día procurando no desmoralizarnos.

Después del desayuno cogimos el tren para Sorrento, arribamos al puerto sólo unos minutos después de que saliera uno de los aliscafos para la isla así que debíamos esperar al próximo una media hora aprox.

El primer rato nos entretuvimos por el simple hecho de que era un lugar nuevo para nosotras, pero una vez que miráramos para donde mirásemos el paisaje comenzó a repetirse tuvimos que acomodar el ángulo de elevación de la cabeza y empezamos a especular sobre cuanto tardaría la tormenta en entrar a escena. El último rato, entonces nos lo pasamos analizando la forma y el color de las nubes que cambiaban a gran velocidad.

El viaje en barco fue bonito pero fresco… desembarcamos sabiendo que no valía la pena hacer el paseito hasta la gruta azul, después de todo sin sol no tenía nada de gracia: el mejor efecto no se produce. Lo bueno del asunto era que nos ahorrábamos unos 20 euros por cabeza (aclaro que los hubiera gastado con gusto, que no es lo mismo que de puro gusto).

Pues nos quedaba hacer lo que mejor sabíamos hacer, poner en funcionamiento el mecanismo de propulsión a sangre, pero antes teníamos que cargar combustible.

Nos costó decidirnos entre el gas-oil, la normal y la super y sobre todo elegir la marca. Prestando atención al elocuente despliegue de información que pretendía remarcar las virtudes de cada una optamos por aquella que sentimos menos interesada en hablar mal de la competencia. Nos quedamos con Gallo d’oro y cargamos mariscos frescos en todas sus formas, fríos y calientes (estábamos en Capri no iba a ser bien visto que bajáramos de la super). Como el servicio era espléndido, también cambiamos el aceite y limpiamos los vidrios (entiéndase cafecito y postre).

Todas las medidas de seguridad estaban contempladas, ya era hora de prender los motores.

Arrancamos siguiendo al séquito de la boda más pomposa de la temporada (el hijo de un músico napolitano muy conocido se casaba por fin… de la novia sabemos menos todavía).

Cuando creíamos que los perdíamos supimos tomar un atajo llamado funicular que nos hizo volver a coincidir, nada menos que en la iglesia.

Teníamos la convicción de que, aún teniendo infinitos recursos, no podríamos entrar a la fiesta, la seguridad era opulenta y no valía la pena hacer el esfuerzo por flanquearla. Además no nos venía bien ser parte del grupo de cholulos que se habían apostado en las cercanías.


No habría confites para nosotras pero la isola desbordaba de glamour y belleza, por lo tanto no hacía falta entorpecer una reunión íntima para sentirlos en el cuerpo… básicamente viajaban con el viento y te entraban por los poros.

De todas formas Adriana no se conformaba con las calles y entonces decidió que no era mal plan que veamos, un poco más de cerca, como vivía la gente adinerada… Entramos al Marriott local y gentilmente nos hicieron una visita guiada.

Después de tantos guauuu era prudente volver a la realidad más cercana y por suerte, de casualidad, dimos con una zona de la isla más popular.

Tomamos el barco de vuelta ya con lluvia pero no podíamos más que contentarnos porque desde la mañana que se había anunciado inminente, sin embargo se había demorado bastante.

Una vez en Sorrento debíamos procurarnos la despedida así que me comuniqué con Junior y quedamos en encontrarnos en la plaza Tasso. Llegaron antes de lo que pensábamos porque venían subiendo de la playa.

Los aires capreses habían viajado con nosotras y guiaban los acontecimientos. Nuestro party también sería íntimo y a todo trapo. Fuimos al supermercado a por algunos componentes esenciales y subimos hasta la cabaña de Junior que no tenía nada que envidiarle a ninguno de los sitios que habíamos visitado por la tarde.

Charla, música, baile, caipirinhas y un gran bistec… si eso no es un lujo ¿el lujo dónde está? (Piensen bien antes de responder).

Pues la fiesta tenía para rato y consensuamos que no nos importaba perder el último tren, allí pasamos la noche todos apiñados pero contentos.

Mi experiencia es bastante particular… Por culpa de una botella de lemonchelo, que salió de la galera a último momento, todos estábamos derrotados, pero a mi me alcanzaba la fuerza todavía para salir a fumar un cigarrillo. Evidentemente me entregué a la tarea muy cómodamente, tanto que allí mismo me quedé dormida. Me desperté, estimo después de dos horas, por la intensidad del temporal y cuando entré ya no quedaba sitio libre más que en el piso. Buenos sueños!

13 de mayo

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