Me levanté temprano, me preparé café pero se me fue toda la mañana conversando con Giuliano y despidiéndome de Edu.
Casi al mediodía salí en dirección al puerto, quería averiguar cuales eran las posibilidades para ir a Túnez en barco. La primera compañía en la que pregunté tenía ese destino pero solo salía los sábados por
Al rato estaba subiendo al monte donde se encontraba el santuario de Santa Rosalía (la Santa patrona de Palermo), allí a donde todos los julios van sus devotos a pie en peregrinación. Estaba arriba de un taxi que conducía un desconocido escuchando historias de la ciudad (que por lo coloridas poco importaba si no eran ciertas).
Pues un nuevo acierto, porque el desconocido no resultó ser Jack el Destripador y me hizo ver unas vistas panorámicas de Palermo increíbles, me hizo probar el fico dindia (la fruta de lo que para mi era un vulgar cactus) y me entretuvo un buen rato con buena conversación (seguramente también me hizo incorporar alguna palabrita nueva a mi humilde italiano).
Cuando llegamos a la cima intenté pagar las cervezas a cambio del paseito pero no me lo permitió. La bebida fresca no tardó en acabarse, a mi esta vez no me interesaba caer en la trampa de la charlatanería italiana y eso significaba que allí, en villa cariño, no había mucho más para hacer, así que cuando llamó un cliente emprendimos el descenso.
Me dejó en
Pues desde allí comencé el circuito céntrico de las grandes avenidas y tiendas. Anduve por peatonales y visité el teatro Massimo, un edificio emblemático de la ciudad (el sitio donde siempre termina uno cuando está dando una vueltita). Me sorprendió ver en las carteleras un concierto de obras de Piazzolla para el jueves y un espectáculo de tango para el viernes. En Palermo todavía no había encontrado a nadie que supiera lo que es el mate pero las referencias al tango y a Maradona les salían casi a todos.
Con calor y con hambre paré en una gelateria. Pedí el cono más pequeño porque en ese momento no recordé al sándwich de helado que ya nos había llamado tanto la atención a Ariel y a mi, la primera vez que visité Sicilia trece años atrás. Eso fue lo que pidieron los dos muchachos que estaban detrás de mi: broccha con gelato. Se ve que mi cara decía unas cuantas cosas porque me dieron a probar. Pero como lo hice con algo de timidez todavía no tengo una opinión formada al respecto, creo que necesito tener mi propio pastel para decidir como sabe.
Pues claro que después de tan generoso acto me puse a conversar con los señoritos. El más tímido me cayó simpático desde el principio y no hubo variaciones en mis percepciones hasta el final. Pero el otro, que tipo desagradable. Se trataba de un milanés que resultó ser todo lo engreído y soberbio que cuentan las leyendas. Hete aquí una de las diferencias entre el norte y el sur más trascendentes para esta humilde observadora. En lo que a mi respecta, este tipo de consideraciones también cuentan para medir la calidez de las personas.
Volví al albergue, me recosté unas horitas y volví a salir un ratito antes de las nueve. Antes de saber si los nativos cumplen o no con lo que prometen quería alimentarme, porque de heladito (y para colmo sin el pan) no vive el hombre.
Di algunas vueltas hasta que encontré unos interesantes panini, me compré uno y seguí adelante. Aparecí en Candelai y me animé a sentarme con mi bocadito en el lugar pactado (no estaba segura pero creía haber visto a algunas personas bebiendo en un sitio y comiendo lo que había adquirido en otros locales). Pedí una cerveza y todo a posto.
La gente del lugar me reconoció pero no parecía que estuvieran enterados de qué es lo que yo hacía allí, buen punto. Comenzamos a charlar, el que parecía el dueño me convidó un pedazo de lo que comía, algo similar al pastel de papas pero más crocante: estaba probando el spidino.
Tan concentrada estaba en mi platillo que no vi llegar a la moto que traía a mi cita y acompañante. Es que no eran las 9:30 todavía… y estaba desprevenida. Por supuesto tuvimos que volver a presentarnos, algo que es completamente lógico pero que yo aprendí a resolver de bastante grande. Muchas veces y por muchos años de mi vida sufrí por no haber repreguntado un nombre a tiempo, teniendo que sostener charlas intensas pensando ahora queda mal, por suerte ya no me pasa. Las presentaciones se hicieron extensivas a su amigo, que en verdad era su primo, un tal Giovanni (de los miles que hay dando vueltas por estas tierras).
Sorpresa generalizada mezclada con algo de disgusto quedó en el lugar cuando me subí a la moto y nos fuimos. A pocas cuadras cambiamos el motore por la macchina y empezó la visita guiada.
Primero fuimos a Mondello, una ciudad balnearia, vecina a Palermo. En la bahía formada entre el monte Pellegrino y Capo Gallo está la playa más visitada por toda la familia los fines de semanas y por la juventud todas las noches. Dimos unas vueltas por la ciudad luminosa y luego caminamos por la arena húmeda (yo, además, metí los pies en el mar y si no continué, a lo Alfonsina, es porque el agua estaba realmente fría).
El Tour continuó con
2 comentarios:
y este dia ademas de todo esto cumplo yo, naty de ibiza o de baires.
Pues no lo olvidé ¿o si?
Creí haberte mandado un mail de salutación ¿será que llegó retrasado o que no llegó?
Bueno, por las dudas, acá va otra vez FELIZ CUMPLEAÑOS!! Tirón de orejas y millones de besos viajan por mar.
Te quiero, y espero que lo hayas pasado lindo, lindo. Tu amiga, Carla
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