Salí del albergue con lluvia y sin ningún plan. En realidad pensaba ir al bar, que está subiendo las escaleras del metro Cavour, para escribir un poco. Me sorprendió que estuviera cerrado pero, a unas cuadras encontré otro donde también podía enchufar mi ordenador (la batería ya no funciona).
Después de unas horas, y cuando ya empezaba a asomar el sol, decidí visitar la basílica de San Giovanni. Llegué hasta allí por
Una vez adentro no tuve dudas de que este santuario sería uno de los puntos destacados del tour de
No fue por eso que me di cuenta de que estaba siendo testigo de una liturgia muy especial, pero seguramente ese era el motivo de la ausencia de aquellos rodados.
El recinto mayor estaba repleto de sillas, pero la gente era tanta que excedía esas plazas y ocupaba de pie también las alas laterales. Nos encontrábamos en plena misa y cuando alcancé a ver al cura orador noté que era de color. Al frente y a su izquierda había tantos y tantos hombres de fe que yo creo que representaban de a pares todas las nacionalidades.
El público también era diverso y no sólo por el color de
Realmente el lugar era imponente por su arquitectura y sus decorados, tenía un maravilloso altar, buenas esculturas y reconocidos retablos, pero no fue por eso que mi estancia allí duró tanto tiempo. Lo que verdaderamente me retuvo fue la ceremonia, la cara de la gente, la música que ejecutaba un coro multitudinario… en general, un estupendo clima que hasta logró emocionarme por momentos.
Después de darnos las manos en signo de paz y reconciliación entre los pueblos (para que vean que a pesar de algunas distracciones y otras tantas lagunas idiomáticas logré entender bastante de lo que allí se dijo), salimos todos por la puerta que da a la plaza que lleva el nombre del edificio religioso.
Pensé que tomaría unas cuantas fotos más de la fachada y me marcharía, pero ante mi apareció un inesperado colorido que volvió a retenerme. Carpas de techos blancos, globos, muchas personas portando trajes de distintos folklores, y un escenario enorme se desplegaban frente a mi vista, al girar un gran letrero que anunciaba Fiesta dei Popoli y, más abajo, Siamo tutti migranti.
También había tiendas de organizaciones sin fines de lucro que, como Caritas y Lumbe Lumbe, presentaban en sociedad su labor social.
A un lado de la plaza, con la misma apariencia, se extendían los puestos de comida regionales. Había una única cola para comprar en vale del almuerzo por 5 euros, después cada quién elegía según su preferencia. Yo opté por el puesto ucraniano… delicioso (sobre todo porque no se parecía en nada ni a la pizza, ni a la pasta).
Me senté a comer en las escalinatas de la iglesia junto a otras personas. Desde allí observé como de a poco la plaza se iba llenando de gente, que no había participado de la misa pero, que venía a presenciar el espectáculo que no tardaría en comenzar. Una vez terminé mi manjar, todavía tuve bastante tiempo para husmear por los stands.
Conversé con muchísimas personas y algunas de ellas me provocaron un especial interés.
Las religiosas de María Inmaculada son un buen ejemplo de ello, su labor se extiende por toda América del Sur y yo casualmente conocía algo de lo que hacían en Buenos Aires, lo mismo me pasaba con Caritas sin embargo no quise profundizar demasiado. También fue muy grato el encuentro con la comunidad filipina, el punto de contacto fue la cercanía de mi albergue con su sede social que pronto celebraría una fiesta por el 17° Aniversario de su creación. Pues así estuve charlando y programando visitas hasta que anunciaron el primer número de baile brasilero.
Logré una buena relación con un capo de seguridad y una posición inmejorable para tomar fotografía. Pero hubo un momento en que consideré más interesante lo que estaba pasando con el público y perdí mi puesto, muchísimos rumanos imitaban el accionar de las personas que se encontraban arriba del escenario y yo decidí bailar con ellos antes que poner en funcionamiento mi cámara. Cuando quise regresar al lugar para retomar mi actividad de reportera ya era tarde.
Entonces fui detrás del escenario, allí se encontraban la mayoría de mis colegas. Uno de ellos, Stefano Montesi, tuvo la gentileza de regalarme pilas cuando las mías se hubieron agotado. En el mismo sitio conocí a otro lindo personaje que se llama Mimo (no creo que se escriba así, pero fonéticamente y de carácter es justo). La fiesta duró para mi hasta las seis de la tarde.
Para poner un poco en orden mis experiencias entré al Bar Merulana por una cerveza, tuve suerte de encontrar un puesto libre porque el lugar estaba repleto de gente compenetrada en un partido de fútbol. Cuando el encuentro deportivo terminó me acomodé en un mejor sitio, cerca de un enchufe. Terminada la cerveza seguí con un café y el segundo fue invitado por
Llegué al albergue realmente contenta, la jornada había sido sumamente productiva. Me encontré con Jao y nos contamos las peripecias del día, mientras tanto Julio preparaba pasta… al rato me llama para cenar. Mi plaza en el albergue estaba asegurada por diez noches, algo totalmente atípico ya que las estadías difícilmente superaban los cuatro días, creo que esa situación me posicionó en un lugar de preferencia, era como la niñita adoptada.
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